"Iron Mountain" Uno de los informes secretos de EEUU.

Por qué tenemos derecho a saber no sólo lo qué es, sino de quienes son los integrantes del grupo Secreto que hizo el Informe denominado "Iron Mountain" sobre la Posibilidad y Conveniencia de la Paz, para EEUU.
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Y, sobre todas las cosas, y al respecto, tenemos derecho a saber además; ¿hasta qué punto o en qué medida los supuestos de "necesidad social de la guerra" que dicho informe plantea, son compartidos por los tomadores de decisiones de nuestros gobiernos?


El informe de Iron Mountain; que se de nomina así por el lugar donde se realizó el encuentro de redactores. Lugar, [1]construido en 1951 como refugio nuclear, la instalación subterránea de alta seguridad llamada “Montaña de hierro” en Pensilvania, Estados Unidos, siendo uno de los más seguros almacenes de información del mundo. Allí, unos 2.700 empleados, muchos de ellos funcionarios del gobierno, trabajan en las entrañas de una sólida montaña de piedra caliza, donde se atesoran desde documentos clasificados hasta valiosas colecciones de fotografías o rollos de viejas películas, información digital en enormes servidores.

El controvertido Informe elaborado aparentemente en 24 meses, con fecha de marzo de 1966 y de origen disputado, salió a la luz gracias a uno de sus participantes, que bajo el seudónimo John Doe lo dio a conocer por medio de otra persona llamada Leonard C Lewin; quien edito un libro que movió las bases más sólidas de la Casa Blanca.
Lewin hace una [2]narración bastante novelista en su introducción en cuanto al momento en el que toma conocimiento y posesión de dicho documento tan privado para “algunos”,  por su contenido.
Secretario de Defensa 
Robert McNamara de EEUU
Al respecto, hay versiones oficiales, una da cuenta de una suerte de falsificación llevada a cabo por algunos “graciosos” en 1997. Mientras que la otra versión, ésta vez extra oficial, afirma que es un documento publicado originalmente en 196 por Hudson Institute sin ánimo de lucro, y financiado por grandes corporaciones como por ejemplo; DuPont, a solicitud del entonces Secretario de Defensa Robert McNamara de EEUU, y además miembro del Consejo de Relaciones Exteriores y la Trilateral, además de ex presidente del Banco Mundial.
Lo concreto es que según la última versión, se habría creado este Instituto Hudson en 1961 a pedido de la administración de Kennedy, para determinar mediante Informe secreto, os problemas con los que se enfrentaría EEUU si el mundo pasara de una era de guerras, a una de paz internacional, estable.
Para ello debía seleccionarse un grupo de especialistas, concluyendo en 15 miembros, siendo todos expertos en todas las ciencias físicas y sociales.
Lo polémico del documento es su contenido, calificado de verídico para los intelectuales de re nombre a nivel mundial, y a su vez; el diario The New York Time le dio publicidad involucrando incluso, a un conocido economista John Kenneth Galbraith  como uno de los autores, quien jamás desmintió éstos dichos periodísticos.

Pero, ¿Qué dice el informe?

Permítanme antes de ir al tema, que les entregue aquí y ahora, un [3]listado de los integrantes de ésta comisión o grupos especial.
§         John Doe, quien dio a conocer el documento.
§         Arthus Able, historiador y teórico político, que ha servido al gobierno de EEUU.
§         Bernard Baker, profesor de derecho internacional y consultor en las operaciones del gobierno.
§         Charles Cox, economista, crítico social, y el biógrafo.
§         Edward Ellis, sociólogo a menudo involucrados en los asuntos públicos.
§         Frank Fox,  antropólogo cultural
§         George Green,  psicólogo, educador, y desarrollador de sistemas de pruebas del personal.
§         Harold Hill, psiquiatra, la ha llevado a cabo extensos estudios sobre la relación entre el comportamiento individual y grupal.
§         John Jones, erudito y crítico literario.
§         Martin Miller, químico físico, cuyo trabajo ha recibido el reconocimiento internacional al más alto nivell.
§         Paul Peters, bioquímico, que ha hecho descubrimientos importantes en los procesos reproductivos.
§         Mengano,  matemático afiliados withan independiente West Coast institución de investigación.
§         Samuel Smith,  astrónomo, físico y teórico de las comunicaciones.
§         Thomas Taylor, analista de sistemas y planificador de la guerra, que ha escrito mucho sobre la guerra, la paz y las relaciones internacionales.
§         William White,  industrial, que ha recibido muchas asignaciones especiales del gobierno.

Ahora bien, el Informe Iron Mountain parte de la base de que “para mantener la estabilidad política, económica y sociológica, es necesaria una amenaza. Pero ésta ha de ser suficientemente aterradora y verosímil para ser efectiva.
Para argumentar tal afirmación, divide su estudio en ocho secciones, las que no presentaré aquí en honor a la brevedad. Sin embargo, mediante una apretada síntesis expondré textualmente lo más relevante del Informe, desde la mirada más objetiva que pueda.

Dice en su introducción; “la primer sección de nuestro Informe describe su ámbito y las presunciones sobre las que nuestro estudio se ha basado. La segunda considera los efectos del desarme sobre la economía, lo cual es el tema de la mayor parte de las investigaciones para la paz hasta el momento. La tercera sección analiza los así-llamados "escenarios de desarme" que han sido propuestos. Las secciones cuarta, quinta y sexta examinan las funciones no-militares de la guerra y los problemas que plantean para una transición viable hacia la paz; aquí encontraremos algunas indicaciones sobre la verdadera dimensión del problema, no coordinadas previamente en ningún otro análisis. En la séptima sección, hacemos una síntesis de nuestras investigaciones y en la octava proponemos nuestras recomendaciones sobre lo que creemos sería un curso de acción práctico y necesario.
No es exagerado decir que una condición de paz mundial generalizada, conduciría a cambios revolucionarios en las estructuras sociales de las naciones del mundo de una magnitud sin paralelo histórico. El impacto económico del desarme general, para nombrar tan solo la consecuencia más obvia de la paz, modificaría los patrones de producción y distribución en todo el planeta hasta un grado tal que haría que los cambios de los últimos cincuenta años parezcan insignificantes. Los cambios políticos, sociológicos, culturales y ecológicos también tendrían un amplio alcance. Lo que ha motivado nuestro estudio de estas contingencias, ha sido la creciente sensación de hombres pensantes dentro y fuera del gobierno, de que el mundo se encuentra totalmente carente de preparación para afrontar las demandas de una situación de paz universal permanente”.

Luego se hace una serie de preguntas, que finalmente en las conclusiones no terminan de responder:

¿Qué podrá esperarse si llega la paz? ¿Qué debemos hacer al respecto, cómo prepararnos? 

Descontando a las funciones de defensa y la promoción del "interés nacional" de las naciones, ¿cuáles son las verdaderas funciones de la guerra en las sociedades modernas?
Pero en ausencia de la guerra, ¿cuáles otras instituciones existen o podrían diseñarse para cumplir con estas funciones?
Si hubiera resolución "pacifica" de las disputas como parte de las posibilidades de las actuales relaciones internacionales, ¿es realmente posible la abolición de la guerra?
Si se puede abolir, ¿resulta la misma necesariamente deseable en términos de la estabilidad social?
Y, sino se puede abolir, ¿qué podrá hacerse para mejorar la operación de nuestro sistema social respecto de su preparación para la guerra?.


Conclusiones generales que presento textuales, pero resaltando en color azul algunas afirmaciones que dejo a la opinión del lector de mi blog.

Resulta evidente de lo antedicho (refiere a todas las secciones que aqui he obviado pero que pueden encontrarlas en las citas de las fuentes pertinentes, abajo colocadas) que ningún programa o combinación de programas aun propuesto para la transición hacia la paz, se ha acercado ni siquiera remotamente a los requerimientos funcionales de un mundo sin guerra. Aunque un sistema proyectado para cumplir con las funciones económicas de la guerra parezca prometedor, no se puede expresar un optimismo similar en las áreas igualmente esenciales de la política y la sociología. Las otras principales funciones no militares de la guerra - ecológicas, culturales, científicas - presentan una problemática muy diferente pero al menos resulta posible que la programación detallada de sustitutos en estas áreas no constituya un requisito para la transición. Más importante aun, no es suficiente con desarrollar sustitutos adecuados pero separados para las funciones principales de la guerra; deben, en verdad, ser totalmente compatibles y de ninguna manera auto-cancelables.
Hasta tanto se desarrolle un programa unificado semejante, al menos hipotéticamente, resulta imposible para que éste o cualquier otro grupo brinde respuestas significativas a las preguntas que originalmente se nos presentaron.
Cuando se nos pregunta cual sería la mejor manera de prepararnos para el advenimiento de la paz, debemos primero responder tan enfáticamente como sea posible, que no se puede responsablemente permitir que el sistema de guerra desaparezca hasta tanto:
(1) sepamos exactamente qué es lo que planeamos colocar en su lugar y.
(2) estemos seguros, más allá de cualquier duda razonable, de que estas instituciones sustitutivas servirán sus propósitos en términos de la supervivencia y estabilidad de la sociedad.
Sólo así habrá tiempo suficiente para desarrollar las metodologías para realizar la transición. La programación de los procedimientos deberá seguir y no preceder estas soluciones concretas.
Tales soluciones, si es que realmente existen, no serán logradas sin una revisión revolucionaria de los modos de pensamiento que hasta ahora se han considerado como apropiados para las investigaciones relacionadas con la paz. Que hayamos examinado las cuestiones fundamentales relacionadas con este tema de manera desapasionada, desde un punto de vista libre de valores, no debería implicar que no apreciemos las dificultades intelectuales y emocionales que deben ser superadas en todos los niveles del proceso decisorio antes de que estas preguntas sean reconocidas por todos por lo que realmente son. Las preguntas reflejan, en un nivel intelectual, la tradicional resistencia emocional a nuevas formas de armamento (más letales y por ende "chocantes"). El comentario insuficientemente enfatizado del entonces Senador Hubert Humphrey respecto de la publicación del libro On Thermonuclear War (Sobre la Guerra Termonuclear), sigue siendo aun muy pertinente: "Nuevos pensamientos, particularmente aquellos que parecen contradecir las presunciones actuales, son siempre dolorosos para la mente al contemplarlos".
Tampoco minimizamos, por la sencilla razón de que no los hayamos abordado, la reconciliación masiva de intereses conflictivos sobre los que se presuponen acuerdos locales al igual que internacionales respecto de la manera de proceder hacia un proceso de paz semejante. Este factor fue excluido de nuestro análisis pero no pretendemos ignorar su incidencia. Aunque no existen obstáculos insuperables en el camino hacia el logro de semejantes acuerdos, sin embargo existen intereses firmemente establecidos y ampliamente reconocidos a corto plazo de grupos privados y otros de interés general, a favor del mantenimiento del sistema de guerra. La resistencia a que la paz surja de tales intereses es solo tangencial, a la larga, respecto de las funciones básicas de la guerra pero no serán fáciles de superar tanto en éste como en otros países. Algunos observadores, de hecho, consideran que no podrán superarse en absoluto en nuestros tiempos, y que el precio de la paz es simplemente demasiado elevado. Esto concuerda con nuestras conclusiones generales en lo que se refiere a los plazos para la transferencia hacia instituciones sustitutivas y puede que sea un factor crítico en la viabilidad política de estos esquemas.
Resulta incierto saber en estos momentos si la paz será algún día posible. Resulta aun mucho más cuestionable, según el standardde la continuada supervivencia social en lugar de un pacifismo emocional, saber si un estado de paz semejante sería conveniente aun en el caso de que resultase lograble. El sistema de guerra, a pesar de toda su repugnancia subjetiva para importantes sectores de la "opinión publica", ha demostrado su efectividad desde el comienzo de la historia escrita; ha brindado las bases para el desarrollo de muchas civilizaciones durables e impresionantes, incluyendo aquella que hoy es dominante. Consistentemente, ha brindado prioridades sociales sin ambigüedades. En general, conforma una cantidad conocida. Un sistema viable de paz, presuponiendo que las grandes y complejas cuestiones de las instituciones sustitutivas planteadas en este informe resulten tener solución y que la misma sea hallada, aun así seguiría constituyendo un viaje hacia lo desconocido con el riesgo inevitable que se refiere a lo desconocido, independientemente de hasta qué punto esos factores desconocidos resulten controlables.
Los funcionarios de gobierno que adoptan decisiones tienden a elegir la paz sobre la guerra cada vez que una opción real semejante existe dado que usualmente parece ser la alternativa más "segura". En la mayoría de las circunstancias inmediatas, probablemente estén en lo cierto. Pero en términos de la estabilidad social a largo plazo, lo opuesto resulta verdadero. En nuestro estado actual de los conocimientos y a través de una inferencia razonable, resulta ser el sistema de guerra el que debe identificarse con la estabilidad y el sistema de paz con la especulación social, por más justificable que tal especulación resulte en términos de valores subjetivos morales o emocionales. Un físico nuclear alguna vez dijo respecto de un posible acuerdo de desarme: "Si pudiéramos cambiar el mundo por uno en el cual las armas no pudieran fabricarse, eso seria estabilizante. Pero todo acuerdo que podamos prever con los soviéticos sería desestabilizante." La calificación y la subjetividad son igualmente irrelevantes; cualquier condicion de paz total genuina, se logre como se logre, sería desestabilizante hasta tanto se demuestre lo contrario.
Si resultase necesario en estos momentos optar irrevocablemente a favor de la retención o de la disolución del sistema de guerra, la prudencia básica aconsejaría el primer curso de acción. Pero esto aun no resulta necesario a pesar de lo tarde que pareciera ser. Y más factores deberán eventualmente ingresar dentro de la ecuación de guerra/paz que excederán las expectativas de las investigaciones más decididas en búsqueda de las instituciones alternativas para las funciones de la guerra. Un grupo de tales factores ha sido mencionado tan solo brevemente en este Informe; se centra sobre la posible obsolescencia del sistema de guerra en sí. Hemos observado, por ejemplo, las limitaciones del sistema de guerra en satisfacer sus funciones económicas y la importancia declinante de este aspecto de la guerra. No pueden dejarse de imaginar desarrollos comparables que podrían comprometer la eficacia de la guerra como, por ejemplo, controlador económico u organizador de la lealtad social. Este tipo de posibilidad, por más remota que parezca, sirve para recordarnos que todos los cálculos de contingencia no solamente implican sopesar un conjunto de riesgos contra otro, sino que requieren se deje un margen de error en ambas partes de la balanza.
Una razón más directa para proseguir con estas investigaciones en búsqueda de formas y medios alternativos para cumplir las funciones actuales de la guerra resulta estrechamente política. Es posible que una o más naciones soberanas arriben, a través de un liderazgo ambiguo, a una posición en la cual una clase administrativa gobernante pierda el control de la opinión publica básica, o de su habilidad para racionalizar una guerra deseada. No resulta difícil imaginar, en tales circunstancias, una situación en la que tal gobierno podría verse obligado a iniciar un proceso serio de desarme a gran escala (quizás provocado por alguna explosión nuclear "accidental") y que tales negociaciones puedan conducir a la real disolución de las instituciones militares. Como nuestro Informe indica claramente, esto sería catastrófico. Nos parece evidente que en caso de que una parte importante del planeta se viera inmersa, repentinamente y sin una alerta previa suficiente, en una condición de paz inadvertida, entonces una preparación parcial o inadecuada será mejor que ninguna. La diferencia podría ser critica. Los modelos considerados en el capitulo anterior con aquellos que parecen prometedores y aquellos que no lo parecen tienen una característica positiva en común y es su posibilidad inherente de aplicación en fases. Y a pesar de nuestras reservas respecto de avanzar conscientemente hacia procedimientos de transición hacia la paz sin una completa preparación, nuestro gobierno debe sin embargo estar preparado para moverse en esa dirección con los recursos limitados de planeamiento que tenga a su alcance en el momento correspondiente - si las circunstancias así lo requieren. Un enfoque arbitrario del tipo "todo o nada" no resulta más realista en el desarrollo de la programación de contingencias para la paz que para cualquier otro tema.
Pero la principal causa de preocupación sobre la continuada efectividad del sistema de guerra y la razón más importante para controlar y limitar el planeamiento para la paz yace en lo retrógrado de la actual programación del sistema de guerra. Sus controles no han mantenido el ritmo de los avances tecnológicos que ha hecho posible. A pesar de sus discutibles éxitos, hasta la fecha aun en este área de potencial sin precedentes para la destrucción masiva, se sigue operando principalmente sobre una base del laissez-faire. Según nuestro conocimiento, ningún estudio serio cuantificado ha sido jamas realizado para determinar, por ejemplo, lo siguiente:
  • Niveles óptimos de producción de armamentos a los efectos del control económico en cualquier serie de puntos cronológicos y bajo cualquier relación entre la producción civil y los patrones de consumo.
  • Factores de correlación entre las políticas de reclutamiento para la conscripción y la disidencia social medible;
  • Los niveles mínimos de destrucción poblacional necesarios para mantener una credibilidad de la amenaza de guerra bajo diversas condiciones políticas;
  • La frecuencia cíclica optima de guerras "calientes" bajo variables circunstancias de relación histórica.
Estos y otros factores de la función de guerra son íntegramente susceptibles de análisis con los sistemas de computación actualmente disponibles. Pero hasta el momento no han sido adecuadamente tratados. Las técnicas analíticas modernas han relegado hasta el momento tales aspectos de las funciones ostensibles de la guerra tales como el abastecimiento, la utilización del personal, el análisis de armamentos, etc. No es que deba exagerarse con este tipo de análisis pero si deploramos que no se haga una utilización de la capacidad de abordar esta problemática dentro de un ámbito más amplio. Nuestra preocupación por la eficiencia en este contexto no es estético, económico o humanístico. Surge del axioma de que ningún sistema puede sobrevivir durante mucho tiempo, tanto en sus niveles de input ("entradas") como en los de output ("salidas"), que constante o sustancialmente se desvíe de un rango óptimo. A medida en que los datos crecen en sofisticación, el sistema de guerra y sus funciones se ven crecientemente amenazados por tales desvíos.
Una última conclusión entonces sería que será necesario para nuestro gobierno planificar con profundidad para dos contingencias generales. La primera que es la que se refiere a la posibilidades de una paz general viable; la segunda es la continuación exitosa del sistema de guerra. En nuestra opinión, una preparación cuidadosa para la posibilidad de la paz debería continuarse, no porque tomemos la postura de que el fin de la guerra sería necesariamente deseable, si es que resulta posible, sino porque puede que nos sea impuesta de alguna manera, estemos listos para ella o no. El planeamiento para racionalizar y cuantificar el sistema de la guerra, por otra parte, asegurará la efectividad de sus principales funciones estabilizadoras lo que no solo resulta más prometedor en relación a los resultados previstos sino que resulta esencial. No podemos dar por sentado que seguirá sirviendo bien a nuestros propósitos por el solo hecho de que así lo ha venido haciendo desde hace mucho tiempo. El objetivo de la política gubernamental respecto de la guerra y de la paz en este periodo de incertidumbre debe ser preservar la máxima cantidad de opciones. Las recomendaciones que siguen están orientadas hacia este fin.
                                                             
Sección 8 - Recomendaciones

(1)  Proponemos el establecimiento bajo una orden ejecutiva del Presidente, de una Agencia de Investigaciones de Guerra y Pazpermanente
(2)    La primera de las dos principales responsabilidades de dicha Agencia será determinar todo lo que sea factible, incluyendo lo que pueda ser razonablemente inferido en términos de posibilidades estadísticas relevantes, acerca de una eventual transición hacia una situación general de paz.  Luego detalla Las actividades de Investigaciones para la Paz de la Agencia y finalmente describe los métodos de Investigación para la Paz.
(3) La otra principal responsabilidad de la Agencia de Investigaciones de Guerra y Paz se referirá a "Investigaciones sobre la Guerra". Su objetivo fundamental será asegurar la continuada viabilidad del sistema de guerra para dar cumplimiento a sus funciones esenciales no-militares durante todo el tiempo en que el sistema de guerra se considere necesario o deseable para la supervivencia de la sociedad. Para lograr este objetivo, los grupos de Investigaciones para la Guerra dentro de la Agencia se involucrarán en las siguientes actividades. Y aquí divide el item 3, en dos puntos. El primero sobre cuantificación de la aplicación existente de las funciones no-militares de la guerra, y el segundo donde menciona los criterios modernos apriorísticos para la ejecución de las funciones no-militares de la guerra, entre los que leémos; la determinación de los niveles mínimos y óptimos de destrucción de vida, propiedad y recursos naturales como requisito para lograr la credibilidad de una amenaza externa, lo que resulta esencial para funciones políticas y motivacionales; y el desarrollo de fórmulas de negociación que rijan las relaciones entre el reclutamiento militar y las políticas de entrenamiento y exigencias del control social. Cómo calcular en el corto plazo la naturaleza y extensión de la pérdida de vida y de otros recursos que debería sufrirse y/o infligirse durante cualquier explosión individual de hostilidades para lograr el grado deseado de autoridad política interna y lealtad social”.



Autora; Jaquelin Parada.

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