Política Exterior Argentina durante el gobierno Radical 1916-1930.

a) Neutralidad frente a la Primera Guerra Mundial

La neutralidad fue declarada el 4 de agosto de 1914, apenas comenzada la guerra en Europa, por el gobierno de Victorino de la Plaza.
Al llegar Yrigoyen al poder en 1916 la neutralidad se mantuvo, desde dos ejes: a) garantía de la neutralidad proclamada, y b) respeto de los derechos de libertad e independencia de los estados neutrales, naturales a la condición de estados soberanos. Partiendo del concepto wilsoniano de la paz como estado natural, para Yrigoyen la neutralidad existía siempre de hecho al suscitarse un conflicto entre terceros Estados y, por lo tanto, no debía ser declarada expresamente.

Mientras el embajador argentino en Washington, Rómulo S. Naón, adhería fervorosamente a la propuesta estadounidense, Yrigoyen hizo un reconocimiento de la justicia de la ruptura de relaciones con Alemania por parte de EEUU en 1917, pero no reconocía que existiesen razones geográficas, comerciales o políticas suficientes para que la Argentina siguiese el mismo camino que Estados Unidos y rompiese relaciones con Alemania, un mercado importante para el comercio exterior argentino.
En la óptica norteamericana, si la Argentina entraba en la guerra, esta circunstancia obligaría a una modificación de su economía que permitiría un aumento de la injerencia norteamericana en el mercado argentino a través de créditos, armamentos, barcos y empréstitos, abonando el terreno para que, una vez finalizada la guerra, el capital yanqui lograra desplazar al británico. En cambio, los intereses británicos se ubicaron en el polo opuesto de los norteamericanos. Desde el período colonial hasta los albores de la Primera Guerra, el capital británico logró crear lenta pero inexorablemente un aparato de dominio en el mercado argentino: casas comerciales, bancos, inversiones, ferrocarriles, frigoríficos, etc., recursos sometidos a la competencia de otros capitales especialmente desde principios de siglo XX. Si la Argentina entraba en la guerra, la estabilidad de ese aparato de poder británico podía venirse abajo, abatida por sus rivales. En consecuencia, la diplomacia británica trató por todos los medios de neutralizar el clima bélico que en la Argentina fomentaron las agencias norteamericanas, deseosas de que este país ingresara en la Primera Guerra. Tanto Gran Bretaña como Alemania, rivales en la guerra, coincidieron en estar a favor de la actitud neutral adoptada por el gobierno argentino, a pesar de la presión norteamericana en sentido contrario. No obstante el perjuicio que para la economía argentina significó la política británica de listas negras y embargos, ésta estuvo más bien orientada a perjudicar a las empresas alemanas como rivales de las británicas, y a asegurar a la Argentina como país proveedor de trigo y de carne para las fuerzas aliadas y para el mercado británico. La neutralidad argentina no implicó, entonces, un cercenamiento de la provisión de granos y carnes argentinas para los aliados, que tuvieron el control casi total de los embarques de estos productos. Por otro lado, si bien los imperios centrales atacaron a la Argentina de palabra y de hecho durante la guerra, lo hicieron de manera encubierta, pues empujar a ésta a romper la neutralidad implicaba para Alemania y Austria-Hungría crearse un enemigo adicional, con las consiguientes dificultades para abastecerse de materias primas en el mercado argentino.
El neutralismo durante el gobierno de Yrigoyen adquirió un sentido diferente al de Victorino de la Plaza, si bien su contenido básico no difirió en forma sustancial. Mientras el de este último respondió en parte a la hipótesis de que la neutralidad era el mejor medio para mantener las relaciones económicas externas de la Argentina previas a 1914 (en las que no sólo el mercado inglés, sino también el alemán fueron importantes), el neutralismo yrigoyenista fue una combinación de los supuestos heredados de los gobiernos conservadores anteriores -para quienes el vínculo con Gran Bretaña y los mercados europeos debían ser mantenidos aun a pesar de la guerra. El líder del radicalismo planteó una política exterior cuyo objetivo fue el de aumentar el prestigio externo de la Argentina a través de una vocación neutral y pacifista, que insistió en la moralidad y el derecho como las bases de las relaciones internacionales, y que intentó ejercer una suerte de liderazgo regional en oposición a Estados Unidos.
Y como resultado de la Primera Guerra Argentina se había convertido en uno de los mercados objeto de disputa entre los intereses comerciales norteamericanos y europeos.

b) Argentina y la Sociedad de las Naciones.

Al finalizar la I guerra mundial, el [1]28 de junio de 1919, durante la firma del Ttratado de Versailles refrendaron el estatuto de la Sociedad de las Naciones, la cual inició sus actividades en Ginebra el 16 de enero de 1920, y celebró su primera asamblea en noviembre de dicho año. Momento en que el canciller argentino Honorio Pueyrredón fijó la posición oficial en una nota del 18 de julio de 1919, que establecía:

a) aceptar el funcionamiento de la Sociedad, pero rechazando la segregación de los países neutrales en las asambleas públicas;
y b) impugnar la distinción que los vencedores hacían entre beligerantes y neutrales, pues la misma contradecía los fundamentos constitutivos de una sociedad con la pretensión de resguardar la paz entre las naciones.
Una vez ratificado el tratado de paz en Versailles, el presidente del Consejo Supremo de la Sociedad de las Naciones, George Clemenceau, se dirigió por telegrama el 20 de enero de 1920 al presidente Yrigoyen, invitando a la Argentina a adherirse al Pacto de la Sociedad de las Naciones. Yrigoyen aceptó la invitación, ratificando los términos de adhesión efectuados en julio de 1919. Tras obtener el acuerdo del Senado, el poder ejecutivo nombró, en octubre de 1920, a la delegación que representaría a la Argentina en la Liga de las Naciones. La misma estaba encabezada por el canciller Honorio Pueyrredón, e integrada por el entonces embajador argentino en París, Marcelo Torcuato de Alvear; el embajador argentino en Viena, Felipe Pérez; el consejero Roberto Levillier y el asesor técnico Daniel Antokoletz. 
El 7 de diciembre de 1920, la delegación argentina se retiró de la Sociedad de las Naciones que sesionaba en Ginebra, debido a la negativa de las naciones vencedoras de la guerra a aceptar la posición argentina de que todos los estados soberanos formaran parte de la Sociedad sin excepciones de carácter discriminatorio. La delegación argentina argumentaba su postura universalista en el principio de que "la victoria no da derechos”.
En 1926, durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-1928) y quien había sido integrante de la delegación argentina en Ginebra, nombró a Tomás A. Le Breton como delegado argentino para que participara en el estudio de la organización del Consejo de la Sociedad de las Naciones. Al finalizar el debate general sobre este tema, el 11 de mayo de dicho año, Le Breton ratificó los principios que habían determinado el retiro de la delegación argentina de la primera Asamblea de la Sociedad de las Naciones en Ginebra en 1920.

Autora; Jaquelin PARADA



[1] Historia General de las Relaciones Exteriores de la Republica Argentina Se puede consultar en http://www.argentina-rree.com/8/8-044.htm

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