Mariposas asesinas
Tengo mariposas asesinas, que encienden mí fuego.
Estremeciéndome, naciendo de
mí incrédulo corazón, habitado por los deseos humanos más bajos, más sucios, descontrolados
e ilusos de andar de a dos.
¿Para qué?
Para sentirla
a ellas.
Mariposas asesinas
Que huelen a sangre y dolor.
Se
cuelan en mi piel llamando a
gritos a alguna ocasión.
Alguna victima siempre cae en manos de ellas, que me hacen agujeros en el vientre, que anidan sentimientos que se diluyen en los primeros rayos de sol del desencuentro.
Cada célula
aclama blancas y
mentirosas mariposas asesinas.
Los sentidos
y la borrachera de mi alma padecen de
abstinencia pasional donde la
humedad no acaba y la necedad me ciega.
Estas
mariposas asesinas que mojan mis
labios en lágrimas que perturban mi razón.
No existen terciopelo negro que calme mi dolencia natural.
No son puras ni maravillosas como se
describe en poemas de amor.
Son mariposas
asesinas que destruyen que desnudan todo al mi alrededor.
Mis encantos no pertenecen al sentido de pertenencia que me abruma, que me aisla, que me estrella en noches lujuriosas.
Despiertan con despedidas sin fin, en uso sexual intacto y un adiós, un hasta luego.
No saben
de amor, marean
mi locura, espuman mi cabeza en bocas ajenas
Regalan mi
aliento a personas sin SER
Oscurecen
mis venas, espesan
mi sangre desafiando a mis entrañas.
Mariposas asesinas fastidian mi encanto, regalan mi instinto animal, tropezando en inexistencias
Mariposas ni blancas, ni negras.
Malditas
mariposas que se apoderan de mí, que irrumpen mi quietud.
Que roban
mi esperanza y penetran sus
agudos cristales
en mi.
Me quitan el pasado, me dejan a puño cerrado, me llevan violenta a puertas ajenas.
Mariposas asesinas no huyan de mí.
Jaquelin Parada
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