El agua, el don más preciado que la Tierra ofrece



Durante este siglo XXI, se avizora que van a existir muchas guerras para lograr el control de los recursos cada vez más escasos en especial el agua potable, los recursos energéticos y sus alternativos y los minerales
críticos.

Tal vez, el agua, constituya el don más preciado que la Tierra ofrece a la humanidad. Debiera suponerse, por tanto, que el hombre se debería mostrar respetuoso con ella en justa reciprocidad, procurando conservar
sus reservas naturales y esforzándose por salvaguardar su pureza. Pero la verdad es que muchos países se han comportado de manera negligente y sin visión de futuro. Hasta el punto de que el devenir de la especie
humana y de muchas otras puede verse seriamente comprometido, si no se produce una mejora sensible, en la gestión de los recursos hídricos de la Tierra. Según algunos cálculos recientes, la Tierra, cuenta con 1400
millones de kilómetros cúbicos de agua. Imaginar este tamaño es difícil, creer que alcanzará para siempre, es fácil. Sin embargo, la realidad es muy diferente.
La realidad del recurso agua puede comenzar a explicarse si se tiene en cuenta que el 98 por ciento es agua salada. El agua dulce, ese recurso indispensable para el riego, la industria y la supervivencia humana, solo
representa un 2,5 por ciento del total. Además, la mayor parte de ese 2,5 % se reparten entre los casquetes polares, los glaciares y el agua depositada en capas freáticas, con lo cual solo es accesible para uso humano
el 0,26 por ciento que se encuentra en forma de lagos, ríos y lagunas. Recientes investigaciones estiman que, cada año, retornan al mar, desde los continentes, 41.000 kilómetros cúbicos de agua. De esta forma se
equilibra el transporte de vapor atmosférico del mar hacia la tierra. Unos 27.000 kilómetros cúbicos, sin embargo, retornan al mar como escurrimiento superficial no sujetos a control y otros 5000 kilómetros cúbicos fluyen al mar en áreas deshabitadas. De los 41.000 kilómetros cúbicos que retornan al mar, solo una parte, cuyos valores exactos se desconocen, queda retenida por el suelo y es absorbida por la vegetación. Este ciclo deja unos 9000 kilómetros cúbicos directamente disponibles para la explotación humana
mundial. Esto supone una abundante provisión de agua, suficiente en principio, para abastecer a los miles de millones de personas que componen la humanidad actual.

En cuanto al consumo; en la producción agrícola, por ejemplo, se usa alrededor de 2500 kilómetros
cúbicos por año en todo el mundo. Agregándole los usos industriales y el consumo humano, estamos en valores cercanos a los 3750 kilómetros cúbicos. Globalmente, a principios del siglo pasado, este valor era
de 500 kilómetros cúbicos. Esto demuestra que el consumo mundial se ha multiplicado por siete desde principios de 1900.
En la Argentina, apenas un 10 por ciento del agua dulce se destina al consumo público. El 70 por ciento se emplea en la producción agrícola y el 20 por ciento restante en la industria. No existe un cuidado especial del recurso, ni mucha conciencia conservacionista, que ayuden a enfrentar el futuro del agua dulce con cierta previsibilidad.
Los especialistas sostienen, que el consumo de agua, crece dos veces más rápido que el aumento demográfico de la población mundial. Algunos informes demuestran que ya hemos consumido algo así como la mitad de los recursos hídricos disponibles. Sin embargo, semejante derroche, corresponde solamente a una pequeña porción de quienes habitan el planeta.
En general, hay algo así como 1200 millones de personas privadas del abastecimiento de agua potable y 2900 millones, que no cuentan con un servicio mínimo de estructura sanitaria. Gracias a esta falta de infraestructura cloacal mueren cada año unos cinco millones de personas.
Los norteamericanos son los que usan mas agua, alrededor de 2300 metros cúbicos per cápita por año, la mitad de esa cifra en fábricas y plantas de energía. Japón, España, Portugal, Bélgica y Holanda consumen
alrededor de 900 metros cúbicos. En Gran Bretaña el consumo es de 225 metros cúbicos y en Suiza de unos 110. Por su parte los países en desarrollo usan, en promedio, ente 20 y 40 metros cúbicos por persona
cada año. La demanda de agua para consumo humano ha crecido con mayor rapidez que la población: El gasto per capita promedio, por año, de 800 metros cúbicos, se ha triplicado desde mediados de siglo.


El agua dulce de lagos, arroyos, ríos y torrentes del mundo representa menos del 0,01 por ciento de la reserva total de agua del planeta. Para nuestra fortuna, esta provisión de agua dulce se repone sin cesar a través de la precipitación de vapor de agua de la atmósfera en forma de lluvia o nieve. Desgraciadamente, gran parte de esta precipitación se contamina, durante su caída, de gases y partículas que la actividad humana libera a la atmósfera. El agua dulce fluye por la tierra y, en su camino hacia el océano, va cargándose de partículas y material disuelto, natural o procedente de los residuos de la sociedad. Cuando la densidad de población en el área de drenaje es baja, los materiales de desecho vertidos pueden ser degradados por microbios mediante un proceso de auto purificación natural.
Sin embargo, cuando la capacidad de auto purificación del área de drenaje se ve superada, se acumulan grandes cantidades de estas sustancias de desecho en los océanos, donde pueden dañar la vida marina.
El agua se evapora y entra en la atmósfera convertida en vapor. Gran parte del mismo vuelve a caer al océano; la parte que cae sobre los continentes constituye un valioso recurso renovable del cual depende la
vida terrestre.

Fuente: Cátedra de Geopolítica Universidad Católica de Salta

Jaquelin Parada

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