ESCALADA DIPLOMÁTICA ENTRE CHINA Y JAPÓN

Las islas de la discordia
La disputa por las Islas Senkaku/Diaoyu, situadas en el Mar de China Oriental y de gran importancia geoestratégica, volvió a generar fuertes tensiones entre China y Japón. Eje de un conflicto milenario, las islas son reclamadas por China, Japón y Taiwán. 


La furia que China mostró en las últimas semanas estalló el 11 de septiembre pasado, cuando el gobierno japonés compró tres de las cinco islas del archipiélago Senkaku por la suma de 2.050 millones de yenes (21 millones de euros). Las islas pertenecían al empresario Kunioki Kurihara, residente de la prefectura de Saitama. Además de estas tres islas –Uotsurijima, Kita-Kojima, Minami-Kojima–, el Gobierno está interesado en adquirir una cuarta –Kubajima–, propiedad de Kazuko Kurihara, hermana del empresario. Hasta ahora, el Estado sólo era propietario de la quinta, Taishojima. Tres riscos, también deshabitados, completan el conjunto.
El Gobierno justificó la nacionalización asegurando que quería contrarrestar la ofensiva del gobernador de Tokio, Ishihara Shintaro, nacionalista confeso, que a menudo hace declaraciones intempestivas y que en 1993 escribió el incendiario panfleto Japón sin complejos. En efecto, ya el 16 de agosto Shintaro había anunciado el lanzamiento de una suscripción para la compra de estas islas, lo cual había dado lugar a protestas por parte de China y de Taiwán, que también las reclama como propias.

Historia del conflicto

Las fricciones son antiguas. Según los japoneses, el archipiélago deshabitado volvió al ámbito redil nacional cuando los estadounidenses devolvieron Okinawa, en 1972. Ellos creen que las reivindicaciones de Pekín y Taipéi datan recién de 1969, tras el descubrimiento de grandes reservas de hidrocarburos en el subsuelo marino de la zona en cuestión. En estos últimos años los incidentes se multiplicaron. En febrero de 2007, Japón protestó contra la intrusión de un barco de exploración chino; en octubre del mismo año, contra el intento de desembarco de los nacionalistas chinos. En 2008, un barco de la Guardia Costera japonesa y un barco pesquero taiwanés chocaron y provocaron el hundimiento de este último. Unos días después, nueve patrullas militares taiwanesas dieron vueltas en torno a Uotsuri-jima para luego regresar a Taiwán. En 2010, un barco chino que había venido a pescar por el archipiélago impactó contra dos barcos de la Guardia Costera japonesa, cerca de las islas; la tripulación china fue tomada prisionera. El 10 de diciembre de ese año, dos concejales de la ciudad de Ishigaki fueron a la isla de Minami-kojima. El 3 de enero de 2011, cuatro japoneses se dirigieron a Uotsuri-jima. 
El verano (boreal) de 2012 aceleró las provocaciones: el 11 de julio, tres barcos pesqueros chinos penetraron en las aguas de las islas Senkaku; varios activistas de Hong Kong llegaron el 15 de agosto a las playas de la isla Uotsurijima con el fin de afirmar la soberanía china; pocos días después, activistas de la extrema derecha japonesa desplegaron la bandera nacional. La convocatoria del gobernador de Tokio permitió recaudar más de 1.400 millones de yenes (14 millones de euros), lo cual demuestra que la iniciativa goza de cierta simpatía por parte de la población.
A este enfrentamiento entre China y Japón han sido invitados los osos panda, convertidos en el símbolo de la diplomacia china. El 5 de julio nació un bebé panda cuyos padres, Shinshin (Zhen Zhen en chino) y Ri Ri (Li Li en chino) habían sido alquilados por el gobierno japonés en 2011, a un millón de dólares por año. El acontecimiento debía ser de buen augurio para las relaciones entre ambos países, pero el bebé murió repentinamente el 11 de julio. Unas pocas semanas antes, el 28 de junio, el gobernador de Tokio había propuesto nombrar al recién nacido Sen Sen o Kaku Kaku, dos ideogramas idénticos, de acuerdo con la tradición china, que entre ambos forman... el nombre de las islas Senkaku. Uno de los tantos chistes malos en los que se ha especializado.
El nombre original de las islas, Diaoyutai, que se remonta a la dinastía Ming (siglos XIV-XVII), sigue siendo utilizado hoy en Pekín. Un gran número de relatos de viaje dan cuenta de ello. También se mencionan en los mapas y se incluyen en el sistema de defensa costera del Imperio en el siglo XVI. Consideradas terra nullius (tierra de nadie), puesto que nunca fueron ocupadas por China, las islas fueron el regalo que la emperatriz Cixi hizo a Sheng Xuanhuai, uno de sus herbolarios, en 1893. El edicto de Cixi constituía, pues, una simple “pretensión de soberanía”. Los japoneses, al tanto del derecho occidental a fines de la era Meiji, la usaron en su provecho. En medio de la guerra sino-japonesa, se apresuraron a anexar las islas pocos meses antes del Tratado de Shimonoseki (1895), que declara su victoria sobre China y ratifica el asunto. Con un Estado-Nación sólidamente construido –a diferencia de China y Corea, que seguían enredadas en su feudalismo–, Japón se encontraba, a fines del siglo XIX, en condiciones de integrar administrativa y jurídicamente todo el perímetro de la periferia insular. Así fue como plantó la semilla de las discordias futuras (1).
Los japoneses ocuparon Senkaku-Diaoyu durante más de un siglo. En 1945, cuando los chinos recuperaron Taiwán (2), no exigieron la devolución de las islas. En cambio, estas quedaron bajo la administración de Estados Unidos, junto con la de Okinawa. Estados Unidos las devolvió en 1972, pero siguió siendo neutral en la cuestión de la soberanía porque su aliado, tanto entonces como ahora, era Japón. Según Tokio, estas islas también quedan incluidas en el ámbito de aplicación del tratado de seguridad Japón-Estados Unidos. Cualquier ataque chino contra ellas podría ser considerado un casus belli por los estadounidenses. Como resultado, las reivindicaciones de China han sido más simbólicas que otra cosa. Cuando se firmó el tratado de amistad sino-japonesa, en 1978, el entonces presidente chino, Deng Xiaoping, dijo que había que dejar la resolución de esta disputa fronteriza a las generaciones futuras.
A pesar del brote antijaponés de su población, Pekín prefiere mantener una concepción de las fronteras marítimas chinas históricamente flexible y privilegiar las relaciones económicas. Japón no separa la cuestión territorial de la de las zonas de pesca (3).
Para la Marina china, las islas tienen un interés estratégico enorme, porque constituyen un acceso al espacio oceánico. En 2004, la aparición de submarinos chinos en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) japonesa provocó una escalada de la tensión. Sobre todo porque, aun siendo puramente defensiva, la Marina japonesa, con sus barcos y sus modernísimos sistemas de misiles altamente sofisticados, es sin duda la mejor de Asia (4).
Estados Unidos, que ha decidido reforzar su presencia en Asia, reafirma su compromiso en la defensa de Japón mientras trata de calmar las aguas. Porque el clima entre Japón y la vecina Corea también se ha tensado: el 10 de agosto de este año, la inesperada visita del presidente Lee Myung a la isla de Takeshima (Tokto en coreano), ubicada en el mar del Japón (llamado “mar del Este” en Corea del Sur) y controlada por Corea del Sur pero reclamada por Japón, provocó la ira de Tokio. Pero por más tensas que sean estas relaciones, nada tienen que ver con aquella otras, explosivas, que mantienen el poder nipón y las autoridades chinas. 
Vale la pena recordar, también, que Japón aún no ha resuelto su disputa territorial con Rusia por las islas Kuriles (5).

1. Philippe Pelletier, Le Japon, géographie, géopolitique et géohistoire, Sedes, 2007.
2. La isla fue ocupada por Japón al término de la guerra sino-japonesa, en 1895.
3. Serita Kentarô, Nihon no ryôdo (el territorio japonés), Tokio, Chûôkôronshinsha, 2002
4. Jean-Pierre Cabestan, La politique internationale de la Chine, Presses de Sciences Po, 2010.
5. Philippe Pelletier, ibíd.

Fuente: http://www.lemondediplomatique.com.ar/notas-web/las-islas-de-la-discordia/
Autor: Christian Kessler Historiador, profesor invitado en el Ateneo Francés de Tokio. Su última obra publicada, de autoría colectiva, es Le Japon des samouraïs à Fukushima, Fayard/Pluriel, 2011 (reed. en 2012).


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