Escuela de Frankfurt: Primera Generación
La Escuela de
Frankfurt surgió como una consecuencia lógica ante los acontecimientos que
desde la década de los años veinte se iniciaban en Europa, ya en una fecha tan
temprana como 1923, se plantea la necesidad de desarrollar una reflexión global
sobre los procesos que consolidan la sociedad burguesa-capitalista y el
significado de la teoría ante tal consolidación. De este modo, el Instituto de Investigación Social vendrá a
devolver a la Filosofía y a la Ciencia Social su carácter de análisis crítico
no sólo en relación a la teoría sino, también, a la praxis y a la conjunción
histórica de ambas.
Cronológicamente, y de una manera
convencional, se puede hacer una descripción de la evolución
"externa" del Instituto (Institut für Sozialforschung). Siguiendo el
relato convencional, el Institut se constituye entre los años 1923 y 1924,
vinculado a la Universidad de Frankfurt y con financiación del comerciante
Hermann Weil. Felix Weil, hijo del anterior, Friedrich Pollock, Kurt Albert
Gerlach y el joven Max Horkheimer, entre otros iniciadores, se plantean el
estudio del Marxismo, pero no desde una perspectiva de afiliación política sino
desde la actualización de los conceptos y problemas de la obra misma de Marx ,y
que ya en l922 se habían retomado en una semana de estudio organizada sobre
esta problemática. Sin embargo, será Kurt Albert Gerlach quien logra que el
Ministerio de Educación alemán autorice al Instituto de Investigación Social.
Esta autorización, más la financiación de Hermann Weil permiten una autonomía
sin la cual no habría sido posible la creación de un "Instituto de
Marxismo", como se le pensó denominar en un primer momento.
La dirección de Carl Grünberg que procedía
de la Universidad de Viena enfoca el Instituto en una dirección de estudio de
la Historia del Socialismo y del movimiento obrero (Grünberg Archiv", con
XV tomos). Como politólogo esta preocupación se conjuntó con el interés por las
obras de Georg Lukács y de Karl Korsch quienes introduccían una positiva
valoración y replanteamiento del tema marxiano de las superestructuras
ideológicas; es decir, reivindicaban la importancia cada vez mayor de factores
relativos a lo simbólico y cultural. No obstante, esta etapa de Grünberg como
director tiene que ser considerada como la "prehistoria" de la
Escuela de Frankfurt. La Escuela de Frankfurt, como la consideramos en la actualidad,
tiene su auténtica génesis con la dirección de Max Horkheimer cuando sucede a
Grünberg en la dirección del Instituto. Desde l931, y ya en 1932 con la
publicación de la "Revista de Investigación Social" ("Zeitschift
für Sozialforschung") se puede hablar de la Escuela de Frankfurt
conformada por quienes serán sus autores fundamentales: Theodor W. Adorno, el
mismo Max Horkheimer, Erich Fromm, Walter Benjamin, Leo Lowenthal, y poco
después Herbert Marcuse. Asimismo, Franz Borkenau, Siegfried Kracauer, Otto
Kirchheimer, Franz Neumann, Olga Lang o, durante un breve tiempo Paul
Lazarsfeld, entre otros nombres relevantes, trabajarán y colaborarán en los
proyectos de la Escuela. Pero, el "núcleo duro" frankfurtiano será el
formado por Horkheimer/Adorno, Benjamin, Fromm y Marcuse. Son, precisamente,
los temas y el enfoque dado por éstos los que dan el sesgo característico a la
Escuela y pese a lo que, últimamente, se quiere presentar como líneas dispersas
de investigación, tal y como sugiere Axel Honneth subrayando las obras de
Neumann y Kirchheimer frente a las de Adorno y Marcuse. Luego expondremos los
tópicos habituales que sobre la Teoría Crítica circulan en las publicaciones
más recientes.
La denominación de Teoría Crítica fue
acuñada por Horkheimer. Denominación que se extenderá después como la
definición más específica del sentido de la Escuela. Tanto Horkheimer como
Adorno -quien hasta l938 no se asociará plenamente al grupo- establecerán de
una forma objetiva el significado básico de lo que deberá entenderse bajo el
concepto de "Teoría Crítica"; esto es, el análisis
crítico-dialéctico, histórico y negativo de lo existente en cuanto
"es" y frente a lo que "debería ser", y desde el punto de
vista de la Razón histórico-universal. Por tanto, la conjunción Hegel-Marx se
hace evidente. Pero, a la vez, el "es" de lo existente en cuanto
"status quo" conlleva una investigación central de la Escuela: los
principios de dominación colectivos. Aquí, Freud será la referencia necesaria y
precisa. Lo irracional, lo racionalizado o convertido en un principio de
dominación, pasa a convertirse en el gran problema y tema de investigación de
la Teoría Crítica. En definitiva, para comprender el rumbo y la dinámica de la
sociedad burguesa que se organiza económicamente a través del capitalismo, se
hace indispensable la sínteses de las tres grandes concepciones críticas
anteriores a la Escuela: Hegel-Marx-Freud aplicados dialécticamente en el
examen de las direcciones de la relación entre racionalidad-irracionalidad y
sus efectos sociales e históricos.
Desgraciadamente lo que se situaba como eje
de investigación teórica y metodológica -la dominación- y que ya se enunciaba
en la primera publicación de la "Zeitschrift", los Estudios sobre
autoridad y familia, 1936, va a condicionar y desencadenar la trayectoria de la
Escuela. El ascenso de Hitler al poder conlleva el cierre en 1933 del
Instituto, el exilio, el encarcelamiento de algunos de sus miembros y la muerte
prematura de una persoanliadad tan decisiva como la de Walter Benjamin cuya
obra no deja de revalorizarse.
La emigración de la Escuela hasta asentarse
en los Estados Unidos en Universidad de Columbia, en l934, pasa antes por
Ginebra y París. En Nueva York, sin embargo, será en donde se consolida la
denominación de Teoría Crítica dada ya definitivamente a las investigaciones
llevadas a cabo por los miembros y
colaboradores de la Escuela. Max Horkheimer y Theodor W. Adorno emprenden un
rumbo nuevo a sus trabajos. La síntesis Marx-Freud se enriquece
metodológicamente y producto de ello serán los cinco tomos de los Studies in
Prejudice (l949-l950). La Personalidad Autoritaria, obra en la que Adorno
tendrá un papel relevante, es una continuación del interés por desarrollar una
"Escala de fascismo (F)" empírica y con una fiabilidad objetiva. El
análisis del tema del prejuicio social
había tenido un precedente en el libro Dialéctica de la Ilustración
(también traducido al castellano como Dialéctica del Iluminismo) conjuntamente
escrito por Horkheimer y Adorno en l941. Este libro marca el punto de inflexión
fundamental de la evolución de la Teoría Crítica. En él se consolida el interés
por el tema de la industria cultural y la cultura de Masas, situando en estas
estructuras una continuidad entre la sociedad totalitaria del Nacionalsocialismo
y la capacidad de persuasión y manipulación que poseen los dos nuevos procesos
de transmisión ideológica. De este modo, tanto en La Personalidad
Autoritaria como en la Dialéctica del
Iluminismo se expresa la pervivencia en la Sociedad de Masas de unos principios
de dominación en los que se difunde una cosmovisión de fuerte componente
irracional y primitivo.
A partir de l948, las circunstancias
políticas de Alemania posibilitan la vuelta de los teóricos críticos.
Horkheimer, en l950, regresa a Frankfurt y con él vuelven Adorno y Pollock.
Marcuse, Neumann, Kirchheimer y Löwenthal permanecerán en los Estados Unidos.
En gran medida, la vuelta de la Escuela se ha entendido como una forma de
saldar la mala conciencia alemana tras el Nazismo; es más, la pervivencia de la
Teoría Crítica permitió una vez finalizada la guerra que Alemania pudiese
resaltar la existencia de una resistencia y un exilio que suponía una
"limpieza de cara" de todo el país. Así, la "refundación"
del Instituto se convirtió en un acontecimiento esencial no sólo en la
Universidad sino también en la sociedad
alemana. Horkheimer, por ejemplo, llegaría a ser decano y rector de la
Universidad de Frankfurt hasta el año l959 en el que se jubiló.
Pues bien, si tuvieramos que hacer una
síntesis de la trayectoria cronológica de la Escuela de Frankfurt habría que
subrayar cuatro etapas determinantes:
- La
primera comprendida entre los años 1923-1924, fecha de su fundación, y en la
que el Instituto de Investigación Social
se vincula a la Universidad de Frankfurt. La publicación de la
Zeitschrift für Sozialforschung, en l932, establece de una manera general la
línea de investigaciones de carácter crítico-dialéctico.
-
Sin embargo, se puede considerar que es a partir de 1932 cuando se puede
hablar propiamente de la génesis de la Escuela de Frankfurt con la dirección de
Max Horkheimer. Esta segunda etapa coincide con el ascenso del Nazismo. El
exilio y la muerte de algunos de sus miembros fundamentales imprime un sesgo
que será decisivo en el análisis teórico de la Escuela. No obstante, el
contacto con la sociedad norteamericana introduce y consolida el estudio de la
sociedad post-industrial y sus estructuras sociopolíticas y culturales. La
vuelta de Max Horkheiemer a Alemania en el año l950 cierra esta etapa.
-
Desde l950 hasta la muerte de Adorno en l969 y de Horkheimer en l973, se
llevan a cabo las aportaciones teóricas y metodológicas de la Teoría Crítica.
Aquí, la conjunción de las técnicas empíricas con la reflexión teórica rompe el
tópico de excesiva abstracción con el que se ha tildado a los autores
frankfurtianos. Los Frankfurter Beiträge zur Soziologie son una buena prueba de
ello. Es en esta etapa en la que se escriben las obras fundamentales no sólo de
quienes volvieron a Alemania, sino también de quienes permanecen en Estados
Unidos como será el caso de Marcuse. La influencia de la Teoría Crítica en los
acontecimientos de los años sesenta es innegable y merecería un estudio
específico el esclarecimiento de cómo se tomaron conceptos y propuestas
características de la Escuela.
- La
cuarta etapa, tipificada de una forma convencional, se puede situar en el final
de la Teoría Crítica clásica (Horkheimer, Adorno, Marcuse) y el surgimiento de
la "segunda generación" (Jürgen Habermas, Claus Offe, Oscar Negt,
Alfred Schmidt y Albrecht Wellmer, preferentemente). Habermas ya había iniciado
su colaboración con la Escuela en los años cincuenta. Será a partir de la
década de los sesenta cuando con la publicación de Student und Politik, escrito
por Habermas y Ludwig von Friedburg, comience el tránsito de la "primera
generación" a la "segunda". Los años setenta imprimen un giro
nuevo a la temática crítica al introducir paradigmas nuevos a la Teoría Crítica.
La obra weberiana enriquecerá la investigación social neofrankfurtiana. Y,
asimismo, métodos empíricos provenientes de la tradición positivista y
funcional-sistémica entran a formar parte de los estudios orientados, sobre
todo, al análisis de la sociedad post-industrial y de sus estructuras.
La evolución de la Escuela de Frankfurt, en
suma, sigue la misma evolución histórica de la sociedad del siglo XX. Así,
resulta inseparable el sentido crítico de la Escuela de los acontecimientos
que, desde los años veinte, se desarrollan internacionalmente. El repaso de las
temáticas fundamentales será la comprobación de esto.
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La Teoría
Crítica: Autores y temáticas
La Teoría Crítica entendida como aclaración
racional nació de dos planteamientos: la conjunción de la teoría marxiana con
la de Freud y, por otro lado, el replanteamiento de los problemas de la teoría
y de la práctica en su aplicación a la nueva Sociedad de Masas. Precisamente,
el surgimiento de esta nueva formación económica y sociopolítica organizada
sobre una economía de demanda y de consumo ponía en cuestión numerosas
previsiones hechas por el Marxismo clásico. Y, sobre todo, en esta nueva etapa
del capitalismo la introducción del psicoanálisis y de la metapsicología
freudiana se hacía necesaria ya que, por primera vez, se hacía un uso político
de la psicología colectiva. De aquí que, desde la misma fundación de la
Escuela, sea imprescindible la síntesis entre economía y psicología como dan
muestras los primeros trabajos de la Zeitschift für Sozialforschung y casi el
acta fundacional como grupo que fueron los Estudios sobre Autoridad y familia.
La búsqueda de un tipo de construcción teórica en la que la ruptura con la
"teoría tradicional" abriera la posibilidad de abarcar las
complejísimas interacciones del capitalismo avanzado, aparece como la génesis
de los primeros frankfurtianos. Ruptura con la teoría tradicional en cuanto que
ésta parte de una realidad plana y estática y, así, se presenta como unos
enunciados interconexionados y que se derivan lógicamente unos de otros,
utilizando el modelo matemático como modelo de modelos del conocimiento
científico. El Positivismo, los variados y diversos empirismos, el Racionalismo
y, en general, el ideal de las Ciencias Nomológicas estarían en esta
perspectiva. Como apunta Horkheimer en su obra imperecedera Crítica de la Razón
instrumental (Zur Kritik der instrumentelle Vernunft. Aus den Vorträgen und
Aufzeichnungen seit Kriegsend), versión resumida en Eclipse of Reason, la
Teoría Crítica nace de la no aceptación de un estado histórico en el que -y
como afirma Adorno- los que "es" no "debería ser". De esta
forma, los empirismo y positivismos arranca de una identificación con lo
convencionalizado, con un "status quo" considerado como orden
universal e inmodificable. En este sentido, el proyecto crítico, con su
síntesis Marx-Freud, arrancará no tanto del "espectáculo del mundo"
cuanto del "sufrimiento del mundo". Sufrimiento evitable desde la
acción histórica racional e ilustrada.
Como ya se ha observado, la Teoría Crítica
no buscará inscribirse de ningún modo en el paradigma de las Ciencias
Nomológicas. Al contrario, en gran medida la Escuela de Frankfurt
cronológicamente aún se sitúa en la "polémica de las Ciencias" en la
que habían terciado desde Rickert y Windelband hasta Max Weber. La misma
polémica que, en los años sesenta, mantedrá Adorno con Popper (La disputa del
positivismo en la sociología alemana) se alinea de un modo subyacente en los
coletazos que la "polémica de las Ciencias" de principios del siglo
XX supuso en la Universidad germana. Ahora bien, lo fundamental resulta ser que
frente a los positivismos, los autores frankfurtianos siempre tuvieron muy
presente el gran problema de toda teórica: su paso y transformación a
ideología. Frente a Popper, Adorno mantuvo una posición epistemológica que
desconfiaba el paradigma nomológico en un sistema sociopolítico en el que la
Ciencia y la técnica habían conducido acríticamente a la administración
científica de la muerte. El "después de Auschwitz" que recorre todo
el significado de la Dialéctica Negativa de Adorno, es un paso hacia delante de
la teoría que se resiste a la complicidad con los principios de dominación
social. De aquí que la Teoría Crítica se formula desde cuatro notas esenciales:
histórica porque la teoría es aclaración sobre la existencia humana y desde un
ideal hegeliano de humanización a través de un progreso constatable en la
Historia por los grupos que son dominados y humillados (aspecto tan relevante
después en el análisis de Michel Foucault de los "otros" y de los
"espacios de poder"); en segundo lugar, la teoría debe de ser dialéctica puesto que su avance
es a través de contradicciones captables desde un punto de vista racional,
siendo la Razón la tercera y esencial característica de toda teoría que no
quiera ser y actuar como ideología. La Razón, en definitiva, es el fundamento
de la Teoría Crítica. Una racionalidad que tiene su herencia en Kant-Hegel y en
la universalidad griega clásica. Así, la Razón se define como un proceso de
análisis causal, pero desde la comprensión de las contradicciones en una
dialéctica histórica que busca, preferentemente, las causas de la dominación.
En este sentido, se distinguirá, siguiendo a Weber, entre racionalidad y
racionalización. La racionalidad siempre, y por fuerza tendrá que ser crítica,
mientras que la racionalización no es más que el uso del esquema medio-fin en
unos objetivos cuyos resultados últimos no sean más que los de consolidar lo
"constituido". Este sería el fundamento de la razón instrumental. Por
ello, precisamente, la teoría que no
deviene en ideología, tiene que ser histórica, dialéctica, racional y negativa.
Frente a los positivismos de lo que "es" empíricamente, la
negatividad de la comparación con un "deber ser" que actúa como el
gran motor de la Historia desde sus orígenes. Desde las utopías a los deseos de
una humanidad mejor y mejorada, la negatividad ha explorado caminos nuevos en
los que la "explotación del hombre por el mismo hombre" se disipe
como un recuerdo prehumano en la Historia. Tanto para Adorno como para
Horkheimer y Marcuse, el "final de la utopía" ha llegado. La
humanidad posee ya tantos recursos científicos,
materiales como intelectuales como para transformar la sociedad. De
aquí, que no se pueda tildar de idealistas a los teóricos de Frankfurt puesto que la crítica no se funda en unas
abstracciones irrealizables sino en un examen económico, político y cultural
que" no baja del cielo a la tierra". Al contrario, intenta subir de
la tierra a una etapa histórica sin dominación inconsciente e irracional. De
nuevo, la síntesis Hegel-Marx-Freud explica la globalidad del proyecto y de los
objetivos finales de la Teoría Crítica. Este proyecto resulta de la suma de
obras, conceptos, problemas e investigaciones de los miembros de la Escuela. El
repaso de las principales aportaciones de los más representativos autores del
Instituto muestra hasta qué punto existieron unos núcleos comunes de interés y
una actitud general en la valoración de las contradicciones de la sociedad de
capitalismo de Masas.
Max Horkheimer (l895-l973), aparte de ser el
cofundador del Instituto de Investigación Social y su director desde l931 hasta
su muerte, va a ser el impulsor de los planteamientos filosóficos y
sociológicos más característicos. En sus obras principales:Estudios sobre
Autoridad y familia (l936), Teoría tradicional y teoría crítica (l937), Dialéctica de la Ilustración (l948) conjuntamente escrita con Adorno,
Teoría Crítica (l968), aparte de un conjunto de estudios como La crítica del
juicio de Kant como lazo de unión entre la filosofía teórica y la práctica
(l925), Comienzos de la filosofía burguesa de la historia (l931) o la firmada
bajo el seudónimo de "Heinrich Fegius" Ocaso. Asimismo, obras tan
características como Sociológica (con Adorno),
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Teoría crítica o
A la búqueda del sentido
Las aportaciones primordiales de Horkheimer
se compendian en:
- La
preocupación epistemológica y metodológica resulta ser determinante. Horkheimer
fundamentará la distinción básica de la Escuela entre razón crítica y razón
instrumental, diferenciación esencial a la hora de constituir los núcleos de
investigación y de método introduciendo, en este punto, una revalorización de
lo cualitativo frente a lo cuantitativo. A partir de esta revalorización, el
enfrentamiento con el positivismo se interpreta no tanto como proceso lógico
como resultado y consecuencia sociopolítica. La autopresentación del
positivismo como metodología experimental acentúa el carácter instrumental de
la razón. Por consiguiente, esa racionalidad instrumental acaba siendo el
instrumento de la dominación colectiva. Destrucción de la Naturaleza bajo los
principios de la ganancia y explotación del ser humano revestida de la retórica
de la eficacia y la utilidad son producto del instrumentalismo convertido en
proceso científico y tecnológico.
- De
la crítica al positivismo, Horkheimer pasa a las consecuencias sociopolíticas
que la razón instrumental conlleva. La experiencia del Nazismo, como compedio
de la acción de una racionalidad administrada y planificada en fúnción de una
dominación "eficiente", es el punto de inflexión que conduce a
Hokheimer a sus continuados estudios -sirviéndose del psicoanálisis- sobre la
estructura de autoridad, y su paso a autoritarismo, así como su transmisión en
la familia. El Nazismo y el fascismo constituyen fenómenos sociopolíticos en
los que el poder y la conciencia funcionan al unísono. El sistema de prejuicios
articula unos tipos de carácteres que son el sustrato profundo para el triunfo
del autoritarismo y de los más temibles movimientos de masas. Sin embargo, con
la desaparición del Nazismo de Hitler no desaparecen los procesos de autorismo
latente. Al contrario, la cultura de masas y la sociedad capitalista de consumo
representan el renacer de la razón instrumental que convierte a los sujetos en
objetos y a los objetos los sitúa como
las finalidades de la vida humana. La sociedad de consumo de masas, por tanto,
es la que altera el esquema medio-fin, haciendo que los medios parezcan los
fines y, a la inversa, los fines y objetivos de una existencia realizada
(amistad, conocimiento, realización) los vuelve medios para el consumo de
productos serializados y homogeneizados en los que el individuo
"deberá" encontrar su "ser".
-
Sin embargo, Horkheimer no queda en la mera denuncia de la dialéctica de
la alienación. Siguiendo su revisión epistemológica del papel de la Filosofía y
de la Ciencia Social en un proyecto que no sea el de la dominación, será quien
establezca lo que debe entenderse como la función social de la teoría. La
Teoría Crítica, entonces, reclama una vuelta a la razón especulativa que el
positivismo intentó eliminar bajo la etiqueta de "metafísica". Para
Horkheimer, la necesidad de una antropología crítica que reinstaure al ser
humano en su lugar histórico, pasa por la emancipación del subjetivismo casi
autista en el que el consumo ha confinado al individuo y por la reinstauración
de aquellas posiciones intelectuales -incluidas la metafísica, el arte o la
teología- que han impulsado al ser humano hacia su liberación. La búsqueda del
sentido, como afirmaba Horkheimer, es prevenir que el principio de dominación
no triunfe en la Historia y de aquí la responsabilidad de la Filosofía ante el
sufrimiento del mundo.
Theodor W. Adorno (l903-l969) es considerado
como el coautor con Horkheimer de la creación epistemológica, metodológica y
temática de la Teoría Crítica. No obstante, Adorno se significa dentro del
conjunto de miembros de la Escuela por su interés no sólo por problemas
sociales y culturales sino, también, por sus indagaciones sobre estética
especialmente de carácter musical. Pero, sobre todo, en la obra de Adorno se encuentran la
generalidad de los temas que han dado su significado a la filosociología
frankfurtiana. La personalidad autoritaria, el nuevo modelo cultural
pseudoculto, el funcionamiento de las masas en el Nazismo y en la posterior
sociedad post-industrial, y, a la par, los problemas estéticos que afectan a la
creación artística y musical, son los fundamentos teóricos propios que definen
las preocupaciones centrales de Adorno y de la Escuela. Hay, por tanto, una
identidad entre la obra de Adorno y lo que después se ha considerado como las
contribuciones de la Teoría Crítica a las áreas de la Filosofía y de la
Sociología. El recorrido por la producción intelectual adorniana es buena
prueba de esto: Kierkegaard. Construcción de lo estético (l933), Dialéctica de
la Ilustración (l947), La personalidad autoritaria (l950), Minima moralia
(l951), Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento (l956), Tres
Estudios sobre Hegel (l957), La ideología como lenguaje (l964), La disputa del
positivismo en la sociología alemana (l969), Dialéctica Negativa (l966), Teoría
estética (l970), aparte de otros escritos sobre música y cultura de Masas como:
Filosofía de la nueva música (l949), Disonancias (l956) o Prismas. Crítica de
la Cultura y la Sociedad (l955). La ingente producción de Adorno refleja la
evolución teórica y vital de la Escuela. Se puede afirmar, en suma, que puede
considerarse el desarrollo de los intereses intelectuales del autor de
Frankfurt como la síntesis más perfecta del proyecto crítico.
Las obras de Adorno y de Horkheimer se
entrecruzan en muchas de sus propuestas, sin embargo Adorno aportó una temática
propia original no sólo por sus contenidos sino, también, por sus posteriores
influencias. En este sentido, una posible síntesis de sus aportaciones, dada la
complejidad del pensamiento del autor crítico, sería la siguiente:
- En
un primer momento, habría que hablar de la revisión gnoseológica de una serie
de filosofías en las que el subjetivismo deviene en irracionalismo o, como
subraya Adorno, la "ideología como lenguaje". El existencialismo
religioso de Kierkegaard, la fenomenología de Husserl y, sobre todo, la
filosofía de Heidegger al acentuar la existencia abstracta del sujeto y diluir
los aspectos histórico-objetivos conducen a una ontología del ser en la que el
absurdo finaliza siendo el sentido y fin de la vida humana. Filosofías de la
Vida, en consecuencia, que apelan a lo instintivo como liberación en un
"ser para la muerte" que será el caldo de cultivo de políticas de
expansión militar. El subjetivismo y el positivismo, tal y como lo analizó
Horkheimer, en último término representan las dos caras de la misma moneda: la
voluntad de dominio, ya sea sobre los "otros" o sobre la Naturaleza.
De aquí que, para Adorno, en ambas posiciones se finaliza en una mitologización
del pensamiento que queda detenido y confinado sobre sí mismo, sin capacidad
para percibir y comprender a los "otros", considerados enemigos.
A partir del replanteamiento de las
ontologías mitologizadoras, Adorno emprenderá un camino de revisión de los
procesos de mitologización en los que se ven inmersos formas específicas de
pensamiento y acción. La Dialéctica de la Ilustración, así, resulta
paradigmática. Un pensamiento que situaba los ideales de progreso, de educación
y de igualdad como ejes históricos acaba, con la consolidación del capitalismo
industrial, justificando la administración científica de la muerte al devenir
en razón instrumental en la que el progreso se confunde con la técnica, la
educación en mera formación de la nueva mano de obra y la igualdad se
identifica con uniformidad que posibilidad el consumo. La razón histórica
ilustrada, al convertirse en razón instrumental, da paso a su propia negación
mediante la conversión de una razón planificadora en la que el dominio
aparecerá unas veces con su "cara amable" y, otras, endurecido por
sus propias contradicciones. El "después de Auschwitz"es el hilo
teórico de la reflexión de Adorno porque antes del "después" han
existido unas causas que son las que directamente condujeron al Nazismo.
- El
Nazismo se convierte en el punto de inflexión para comprender globalmente la
mitologización, en cuanto parálisis de la razón y del pensamiento,
sociopolítica y cultural. Pero es Nazismo no es considerado como excepción
histórica. Al contrario, éste es sólo un momento histórico de la irracionalidad
devenida en política de poder. La irracionalidad se caracteriza porque tiene
muchas caras y procesos. En última instancia, la capacidad para anular la
conciencia crítica, destruir la capacidad causal del pensamiento y extinguir en
la Masas el anhelo solidario de una sociedad mejor tiene que seguir
considerándose secuela histórica del Nazismo. Es por ello por lo que a la
Teoría Crítica le interesa de una manera tan esencial la génesis de la Sociedad
de Masas y, básicamente, su ideología justificadora: la cultura generada por
los mensajes artifícialmente construidos de los sistemas y canales de la
comunicación de Masas. La Pseudocultura (Ver) resulta la estrategia primordial
e imprescindible para disolver la conciencia crítica colectica y consolidar un
orden mitológico de comprensión de la realidad.
- La
Sociedad de Masas, entonces, se entiende
como la continuidad de la política mitologizadora y mitologizante. Por ello, es
tan necesaria la introducción de la obra de Freud -y en concreto su
Metapsicología expuesta preferentemente por el creador del Psicoanálisis en su
Psicología de Masas y análisis del yo-. Conjuntamente con Marx, Freud
proporciona un sistema global explicativo y epistemológico que interroga a las
"apariencias" para llegar al "ser", siguiendo el clásico
proyecto liberador heredado de Grecia. La Metapsicología es la llave que abre
los oscuros y confusos dominios de la relación entre líderes y nultitudes.
Para Adorno, la industria de la cultura y de
la comunicación permite el estudio objetivo de las bases materiales de la
ideología. La ideología se transforma en industria, pero industria de la
conciencia puesto que son las psicologías sociales las que entran como
productos en el mercado del ocio y del consumo. En esta industria ideológica,
sin embargo, se hace imprescindible excluir los elementos estéticos e
intelectuales que manifiestan un sentido crítico hacia el status quo. La
Pseudocultura, en cuanto desvirtuación y debilitamiento de los procesos
educativos y culturales, es una consecuencia de esa tecnologización, con
métodos de persuasión y manipulación, de
las psicologías sociales. El resultado final será la formación de una
cosmovisión colectiva en la que la personalidad autoritaria -caracterizada por
la sumisión con los poderosos y la
humillación y crueldad hacia los débiles- aparece como propia del
"ciudadano normal". La irracionalización colectiva de la Sociedad de
Masas conlleva fuertes componentes de autoritarismo en el que aún perviven
herencias del Nazismo. La xenofobia y la
misogínia, por ejemplo, se fomentarán políticamente en momentos de crisis
económicas y sociales a través de los mensajes de la cultura-comunicativa y en
función de los objetivos coyunturales del sistema de las corporaciones transnacionales.
- En
la Dialéctica Negativa y en la Teoría estética, Adorno establece su posición
intelectual. Ambas obras escritas en el final de la vida del autor de
Frankfurt, (la Dialéctica Negativa está fechada en l966 y la Teoría
estética apareció póstumamente en
l970), significan el replanteamiento del
concepto de "dialéctica crítica". Así, frente a la alienación y a la
cosificación de la conciencia, tanto individual como colectiva, la Teoría debe
actuar desde la negatividad; es decir, desde un uso crítico de la razón no
reconciliada con lo que "es". La praxis, pues, no puede resignarse ni
someterse a ningún principio de dominación. La razón crítico-dialéctica , por
tanto, deberá expresarse en unas prácticas en las que la negatividad sea el
proceso en el que se sospeche de la identificación y de la identidad con
áquello que es irreconciliable con la propia razón. Para Adorno, la dialéctica
de las contradicciones es el significado de la filosofía de la negatividad. El
"después de Auschwitz", con el que se cierra la Dialéctica Negativa,
no es sino el proyecto de una nueva forma de hacer no sólo poesía, como afirma
Adorno, sino especialmente una nueva visión de la Filosofía y de la Ciencia
Social que no sean cómplices con el "espectáculo del sufrimiento
humano".
Herbert Marcuse (1898-1979) representa el
miembro más activo con los
acontecimientos históricos concretos. Su
incorporación a la Escuela data del año 1933, emigrando al año siguiente a los
Estados Unidos. País en el que permanecerá y en el que llevará a cabo la gran
mayoría de su producción intelectual. Su influencia sobre los movimientos
estudiantiles y juveniles le dió una popularidad que, en gran medida, impidió
la valoración objetiva de una de las contribuciones más relevantes de la teoría
crítica. Entre sus obras más fundamentales están: Ontología de Hegel y teoría
de la historicidad (l932), tesis de habilitación dirigida por Heidegger, Razón
y revolución (1941), Eros y civilización (l953), El marxismo soviético (l958), El hombre unidimensional (l964),
Crítica de la tolerancia pura (l965), El final de la Utopía
(1967),Psicoanálisis y política (1969), La agresividad en la sociedad industrial
avanzada y otros ensayos (l97l), Contrarrevolución y revuelta (1972), Filosofía
estética (1972), Estudios sobre filosofía crítica (l973) y Medidas de la época
(1975), aparte de un amplísimo conjuntos de conferencias, colaboraciones en
libros y artículos sobre problemas de actualidad. En resumen, Marcuse es el mayor exponente del compromiso
de la Teoría Crítica con los problemas de la sociedad contemporánea y su
influencia en este aspecto será fundamental.
- Es
actualmente indudable que fue Marcuse quien reintrodujo a Freud como núcleo
revitalizador del análisis sociopolítico. La crítica de la sociedad
post-industrial y su poderosa superestructura ideológica pasa por la reinterpretación no sólo de Hegel
y de Marx, en sus primeras obras y, sobre todo, en Razón y revolución, sino que
la dialéctica social no puede olvidar el determinante componente inconsciente
que actúa en la conducta colectiva. Para Marcuse, la sociedad constituida ha
roto los vínculos entre Eros y Thanatos. El "principio de realidad",
al sustituir al "principio del placer" y de creatividad, ha conducido
históricamente a un sistema de represión global en el que la gran sociedad
administrada del siglo XX es su máxima representación. Es por ello por lo que
la crítica de la Sociedad de Masas no puede hacerse sólo desde sus estructuras
sociopolíticas y culturales, sino que es precisa la revisión de la lógica de la
dominación del inconsciente social que se articula a través de una
desublimación represiva en la que la realidad y el sujeto quedan reducidos a
simples instrumentos de producción y de
consumo. Desublimación represiva y racionalización tecnológica serán los
pilares sobre los que se asentará la
Sociedad Unidimensional.
- La
Sociedad Unidimensional es definida por Marcuse como la sociedad sometida a la
continua fetichización y alienación de sus miembros. En este sentido, resulta
ser una sociedad en la que la razón instrumental ha logrado, mediante una
utilización ideológica de la ciencia y la técnica, un impresionante poder de
transformación de las necesidades y motivaciones de los individuos, y en este
punto hay que situar el triunfo y pervivencia del sistema. Para Marcuse, el
individuo "unidimensionalizado" es áquel que percibe y siente como
suyas las perspectivas y necesidades que los mecanismos publicitarios y de
propaganda le prescriben. La Sociedad
Administrada ha conseguido establecerse no tanto en estructuras exteriores al
sujeto sino que la unidimensionalidad se
mueve en una doble dimensión psicológica: la sobrerrepresión y los esquemas de
asimilación e introyección de los controles sociales. A partir de aquí,
desaparece la bidimensionalidad; es decir, la capacidad del sujeto para
percibir crítica y autocríticamente su existencia y su sociedad. En
consecuencia, la culminación de la irracionalidad en la sociedad de consumo de
Masas será la que bajo la aparente comodidad del bienestar y la felicidad
organizada destruya los vínculos de
interpretación causal e institucionalice un comportamiento colectivo en el que
la desindividualización del ciudadano, pese a la propaganda del
"individualismo", sea su efecto más evidente.
-
Frente a esa Administración global de la existencia que supone el modelo
ideológico de la unidimensionalidad, Marcuse propone una salida de esa "conciencia
infeliz generalizada". El autor de Eros y civilización, se sitúa en una
revalorización de los logros históricos que el proyecto ilustrado ha
conseguido. La ciencia y la técnica pueden ser liberadas del dominio irracional
que el neocapitalismo ha provocado al apropiarse privadamente de sus hallazgos.
Así, en El final de la Utopía, Marcuse replantea la imponente capacidad de
transformación de la que dispone la especie humana. Los ideales utópicos en los
que se plasmaban las ilusiones de una existencia plena, son ya posibles gracias
a los conocimientos científicos y sociopolíticos disponibles. El hambre, la
enfermedad, la precariedad, pueden
superarse material y objetivamente. Pero, sobre todo, son la explotación del
hombre por el hombre, la agresividad, la dominación las causas de la rémora de
la Historia. La lucha contra tales causas es la realización de la Utopía y la
instauración de nuevas fuerzas humanas y sociales que hagan renacer ese
"principio del placer" con el que Freud restablecía el sentido
histórico. Frente a la agresividad de una sociedad guiada por el
"principio de destrucción", Marcuse reivindica el impulso de creación
e invención en donde la síntesis de Marx y Freud haga posible el lema de
"a cada cual según su necesidad, de cada cual según su capacidad".
Walter Benjamin (1892-1940) tiene que
considerarse como una figura única dentro del conjunto de pensadores de la
Escuela de Frankfurt. Las características de su propia vida y su prematura
muerte en Port-Bou, -al suicidarse la noche del 26 de septiembre de l940 ante
la imposibilidad de poder cruzar la frontera franco-española con la invasión
nazi de París, ciudad en la que Benjamin prefirió quedarse tras el exilio de la
gran mayoría de miembros de la Escuela a Estados Unidos-, hacen que se considere al autor de
Iluminaciones como un autor que no deja de revalorizarse con el paso del
tiempo. Entre sus más relevantes creaciones son fundamentales: El concepto de
la crítica de arte en el romanticismo alemán, (1918),Goethe Walhverwandtschaften
(1925), Origen del drama barroco alemán, (1928), Dirección única, (1928), El
Surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea, (1929), La obra
de arte en la época de su reproductibilidad, (1934) y Personajes alemanes. Una
secuencia de cartas, (1936). Tras su muerte se publicarán: Infancia berlinesa
hacia el novecientos (1950), Para la crítica del poder y otros ensayos, (1965),
Ensayos sobre Bertold Brecht, (1966), Charles Baudelaire, un lírico en la época
del capitalismo (1969), y especialmente, Escritos, (1955) editados por Adorno,
así como la selección de escritos en Iluminaciones, (1961). Desde 1972 se
recogen en las Gesammelte Schriften una selección escogida y crítica de sus
obras.
Pese a la polémica sobre si Benjamin es un
miembro de pleno derecho de la Escuela, la primera reflexión en este sentido no
deja duda sobre su indudable filiación a la Teoría Crítica no sólo por su
temática sino también por su posición intelectual. Ahora bien, Benjamin
significa dentro del conjunto de autores frankfurtianos el interés por la razón
estético-crítica. Este interés por la crítica literaria y artística le ha
asignado el calificativo de "frankfurtiano heterodoxo". En este
punto, no se pueden olvidar las disensiones con Horkheimer y algunas reprimendas
de Adorno a Benjamin, reprochándole su falta de sistematicidad. Pero, lo
cierto, es que el autor de La obra de arte en la época de su reproductibilidad
técnica, no sólo puede considerarse por su posición intelectual como
frankfurtiano de pleno derecho, sino que, asimismo, enriquece y amplía las
investigaciones de la Escuela.
Una síntesis adecuada de las aportaciones de
Benjamin tiene que partir de la renovación del análisis cultural desde la
perspectiva de la alienación de la "alta cultura humanista" en la
sociedad de capitalismo de Masas. De este modo, la revisión de la razón
estética se hará desde los aspectos siguientes: el lenguaje, la razón estética
y sus alienaciones, y la búsqueda de la experiencia originaria como utopía.
-
Benjamin se centra en el lenguaje a partir de la capacidad nominativa de
éste para establecer y fundar el mundo. Capacidad del lenguaje porque es
percepción orginaria y mediación entre lo real y sus representaciones. Por
tanto, son las representaciones la dimensión de la realidad que Benjamin trata
de recobrar mediante una lengua que vuelve a su etapa originaria, antes de la
manipulación y de la consolidación de la
confusión. Y es aquí en donde el Arte restablece el concepto de tiempo
mesiánico y utópico como acción representativa única. Pero. ese "tiempo
estético" frente al "tiempo histórico" se ve extinguido ante el
rumbo de la creación en las sociedades de Masas. Así, Benjamin replantea los
grandes temas de la Cultura con mayúsculas: la "alta cultura" para
situarse en una especie de "fenomenología de la conciencia creadora
alienada".
-
Frente a la otra línea de análisis cultural frankfurtiana que se centra
en la cultura industrializada de Masas, Benjamin reconsidera la cultura-cultura
y sus manifestaciones a partir del concepto de aura. El aura es la singularidad
de la creación, la esencia que ensambla tradición con contexto y determina su
"signo de verdad", en palabras de Benjamin. El "aura",
entonces, es unicidad como manifestación irrepetible de una lejanía. Mas, es
ese valor cultural el que se ha alterado en las Sociedades de Masas. Alteración
que tiene en la reproducción técnica el fundamento último de su distorsión y, a
la vez, la mercantilización se muestra no sólo como la autoalienación de la
creación sino, ante todo, como su dispersión en un falso esteticismo cuyo fin
es político.En su famoso estudio sobre La obra de Arte en la época de su
reproducción técnica, Benjamin explica no la alienación, como pérdida de
sentido, del sujeto-consumidor -que ya analizaron Horkheimer y Adorno- sino la
enajenación del objeto estético y la decadencia de la gran cultura. El
surgimiento de los nuevos medios de comunicación provoca un efecto, por un
lado, positivo y que es la difusión y el
acceso de millones de personas al conocimiento del Arte. Sin embargo, por otro,
el efecto negativo resulta ser la fetichización de lo creado. La obra de Arte
deviene en consumo y en él desaparece esa singularidad cretiva que Benjamin
había definido como aura. La subjetivización extremada y la desublimación del
sentido creativo son el origen de la aparición de falsas vanguardias en las que
ética y estética aparecen como esferas antagónicas.
- La
armonía entre ética y utopía pasa por la estética y la creación que busca el
"tiempo del ahora" (Jetzzeit); es decir, el momento originario de la
creación que anticipa una nueva Historia sin injusticias ni enajenaciónes. La
ampliación de las facultades humanas que es la Cultura, actúa en favor de ese
tiempo en el que se restaure al hombre con la Naturaleza y al ser humano con el
otro ser humano. La crítica de la razón estética como proyecto que recupere la
autenticidad de la existencia, integra y perfecciona dialécticamente la
búsqueda frankfurtiana de un proyecto histórico en el que la emancipación de la
dominación es la misma superación de la Historia. Frente a la injusticia y a la
desesperanza, Benjamin defendió con su vida y con su obra el tiempo de la
anticipación creadora. Así, lo reconoce
Marcuse en la frase final del Hombre Unidimensional, citando a Benjamin:
"gracias a los sin esperanza nos es dado tener esperanza". Y en este
sentido, Benjamin tiene que ser
entendido como uno de los más grandes teóricos de la Escuela de Frankfurt.
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Algunos tópicos
sobre la Escuela de Frankfurt
Se puede decir que si hay una corriente de
investigación mal interpretada y tergiversada, ésta ha sido la Escuela de Frankfurt en cuanto
Teoría Crítica. De aquí, que se hayan divulgado opiniones que presentan una
serie de tópicos convertidos en lugares comunes de determinados análisis. Entre
algunos de estos tópicos trataremos los más frecuentes y difundidos: elitismo,
pesimismo, academicismo, "teologicismo" y , por último, la
incapacidad de sintetizar a Marx con Freud. Estos tópicos, entre otros,
deambulan por textos, manuales y libros especializados pasando a ser, ya casi,
un complemento de la Escuela. Pues bien, a continuación haremos una breve
referencia a estos juicios que han surgido unas veces por lecturas improvisadas
y, otras, por intenciones no muy coherentes con la reflexión teórica.
De todas estas ideas manidas es, quizá, el
elitismo el que mayor extensión ha tenido. Como "elitismo" se ha
expuesto la perspectiva crítica a partir de una extraña contraposición entre
teoría y sentido común. La dificultad lógica de la lectura filosófica se ha
extrapolado al propio pensamiento expuesto con lo que se ha dado una profunda
confusión entre temas, método y planteamiento. De este modo, la crítica a la
Cultura de Masas, en cuanto proceso de destrucción intelectual de las
poblaciones de las sociedades de consumo,
se ha juzgado como actitud de "desprecio" a la misma sociedad.
Aspecto éste tan contrario a las intenciones y propósitos de la Escuela que
siempre hizo suyo -y vitalmente lo demostró- el proyecto ilustrado. Sin
embargo, este tópico sigue gravitando sobre obras como las de Horkheimer y
Adorno como calificativo que soslaya sus contribuciones esenciales al estudio del
autoritarismo, la pseudocultura o un tema tan cotidiano como es el de la
extensión de la irracionalidad social a través del horóscopo, la adivinación,
etc., en los mensajes comunicativos y que son parte esencial de las nuevas
"supersticiones secundarias".
Unido a este tópico está el de pesimismo. A
la Escuela se la tilda de apocalíptica y desilusionada. Se le achaca el no dar
"soluciones" con lo que se asigna una imagen de teoría cerrada sobre
sí misma. De nuevo, y al igual que con el elitismo, se descalifica el
significado de la dialéctica negativa bajo una interpretación que resalta el
concepto de lo "negativo" en su uso vulgar. Es el viejo recurso de
rebajar y reducir los conceptos y análisis para así rebatir más fácilmente los
argumentos. Y con el procedimiento de tachar de "pesimistas" se
apela, a la vez, a un positivismo también rebajado que se defiende como útil y
verdadero.
La suma de elitismo y de pesimismo conduce
al pretexto de academicismo, paradójicamente presentando el término de
"académico" como peyorativo, sin recordar que académico proviene de
la platónica y libre Academía clásica. Se censura a los teóricos críticos de
"profesores", como si ello fuese el peor de los insultos. De modo que
la complejidad se iguala a pedantería. Y la dificultad intelectual se equipara
a arrogancia. En consecuencia, se desprecia el trabajo y el rigor teórico bajo la etiqueta de pesadez y tediosidad,
poniendo como ejemplos a seguir el ensayismo trivial que tanto daño hace a la Filosofía y
a la Ciencia Social.
De lo anterior no es extraño, entonces, que
se conceptualice a la Teoría Crítica como "teologicismo", y
entiéndase que no decimos Teología en el profundo sentido de esta área del
saber; es decir, la abstracción se considera abstrusa y se reclaman
metodologías cuantitativas y empíricas en un sociologismo que poco tiene que
ver con la sistematicidad y objetividad del conocimiento experimental austero y
conciso. Precisamente, el estudio
frankfurtiano sobre la razón instrumental avisaba sobre el desprecio hacia
áreas y procedimientos intelectuales que contenían importantes núcleos
conceptuales sobre procesos de liberación y búsqueda de aperturas a lo que,
éticamente, se ha denominado como el "deber ser" frente al
"es".
En esta relación de tópicos no podía
faltar, finalmente, uno de los que intenta desautorizar a la Escuela desde la
Epistemología. Para ello, se recurre al desprestigio de las obras de Marx y de
Freud. El Positivismo lógico y, sobre todo Karl Popper, pusieron los fundamentos de este modo de actuación. Así, se repite que
la síntesis Marx-Freud resultó imposible en su armonización crítica. De aquí
que se omitan, de nuevo, las investigaciones sobre consumo y Sociedad de Masas, cultura y
comunicación, el replanteamiento de la cotidianidad unidimensional y, de una
forma especial,la creación de la escala "F" de fascismo y la
aplicación de métodos estadísticos en la temática de la personalidad
autoritaria -base del Nazismo y de su continuidad posterior-, la reproducción del autoritarismo en la
familia y el funcionamiento de la conducta y metapsicología de las Masas
dirigidas. En consecuencia, desde el asalto a los ejes conceptuales y temáticos
dialécticos y psicoanalíticos se emprende la anulación de la Teoría Crítica
presentada como carente de objetividad. En estas condiciones, la pregunta es la
de por qué se toma tanto esfuerzo en desprestigiar a una Teoría que se presenta
como descabellada. Precisamente, el ingente afán por descalificar el análisis
de la Escuela de Frankfurt confirma la penetrante capacidad de la Teoría Crítica para continuar en su
proyecto ilustrado y clásico de proseguir reafirmando la aclaración racional de
la realidad.
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BIBLIOGRAFIA
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Román Reyes
(Dir): Diccionario Crítico de Ciencias Sociales
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Escuela de
Frankfurt:
Segunda
Generación Blanca Muñoz
Universidad
Carlos III de Madrid
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>>> ficha
técnica
De una manera convencional se puede fechar el
paso de la "primera generación" a la "segunda generación"
de la Escuela de Frankfurt a partir de la muerte de Max Horkheimer en l973.
Fecha ésta que coincide con un cambio profundo y sustancial de la sociedad de
capitalismo post-industrial. La "crisis del petróleo" conlleva un
giro determinante en relación a los logros sociales que el Estado del
Bienestar, articulado sobre un modelo económico keynesiano, representaba desde
finales de la Segunda Guerra Mundial. Esta situación explica, en gran medida,
el interés que los continuadores de la Teoría Crítica van a tener por los
nuevos procesos económicos, sociopolíticos y culturales, sólo que ahora se hace
imprescindible la revisión epistemológica y metodológica de las grandes
herencias teóricas que habían sido el fundamento de la "primera
generación": Hegel, Marx y Freud. Así, pues, la obra de Max Weber entra
como referencia básica a la hora de poder comprender globalmente las
estructuras sociopolíticas de lo que Habermas denominará como capitalismo
tardío; esto es, el capitalismo que requiere la intervención del Estado como
gran regulador y mecanismo más de los procesos económicos de beneficio privado
y sus leyes de oferta y demanda. La atracción hacia el análisis weberiano se
explica por dos aportaciones sin las cuales sería poco menos que imposible un
acercamiento objetivo a las transformaciones del capitalismo industrial en
capitalismo postindustrial:
- En
primer lugar, la renovación de la Epistemología y Metodología de la Ciencia
Social a partir de la introducción de una concepción comprensiva
("Verstehen") del significado de la acción social. Significado en el
que los valores forman parte determinante para entender no sólo los fenómenos
sociopolíticos sino, a la vez, los de índole cultural e ideológica. Ahora bien,
y como precisa Weber en su monumental Economía y Sociedad, la Ciencia Social
puede "mediar" entre las Ciencias Nomológicas (las de la Naturaleza,
construidas con leyes de regularidad empírica) y las Ciencias Ideográficas (las
Históricas y Culturales en las que el "caso único", -el
acontecimiento-, prevalece sin leyes repetibles y constatables) a través de la
construcción de tipologías ideales (los "tipos ideales") que sirvan
para taxonomizar las regularidades de los procesos históricos. De este modo, la
"Teoría de las categorías sociológicas" con la que se abre Economía y
Sociedad renovará la fundamentación de la "acción social" considerada
como núcleo primero de la investigación sociopolítica.
-
La otra aportación indispensable que la "segunda generación"
de Frankfurt recibe de la obra weberiana, será su estudio sobre la Sociología y
tipos de dominación. En este punto, coincidirán la totalidad de los
neofrankfurtianos desde Habermas hasta Claus Offe, pasando por Oscar Negt y
Alfred Schmidt. Los conceptos de legitimidad, racionalización, legalidad,
burocratización, etc., son asumidos por los nuevos teóricos desde la tradición
weberiana y neoweberiana, pero asignándoles unos matices de carácter crítico
propios de la adcripción a la Escuela. Por consiguiente, el tema de lo social
se va a examinar desde lo político y, a la inversa, lo político no se
desvinculará de procesos sociales y culturales tan característicos del siglo XX
como pueden ser la comunicación, la Opinión pública o los sistemas de valores
colectivos, especialmente a este respecto la estructura ideológica de la
Post-Modernidad. Tal y como hará, por ejemplo, Habermas.
La síntesis, entonces, entre
Hegel-Marx-Freud de la "primera generación" deviene, a su vez, en una
nueva conjunción entre Hegel-Weber en la "segunda generación". Así,
por un lado, se trata de seguir dentro de la gran tradición de la Filosofía
Clásica alemana del siglo XIX; mas, por otro, se busca enlazar lo filosófico
con lo sociológico y politológico virando hacia un entendimiento de la sociedad
en el que lo teórico y lo empírico se complementen. De esta exploración se
derivará, a la par, la utilización de metodologías y epistemologías -es el caso
del Funcionalismo y del paradigma sistémico- con las que se emprende una
dirección innovadora dentro de la Teoría Crítica. Se podría decir, en
consecuencia, que la "segunda
generación", compuesta por nombres tan relevantes como los de Jürgen
Habermas, Claus Offe, Oskar Negt, Alfred Schmidt y Albrecht Wellmer, se va a
distinguir de los fundadores del Instituto para la Investigación Social
fundamentalmente por su innegable investigación multiparadigmática. Esa labor
de síntesis entre líneas de investigación aparentemente alejadas resulta ser
una de las grandes aportaciones y la renovación más evidente de los
continuadores de la Teoría frankfurtiana.
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Autores y
temáticas: Principales aportaciones
Para comprender esa posición epistemológica
multiparadigmática a la que nos referiamos, se hace preciso un repaso
específico de los autores más significativos y de sus planteamientos más
esenciales. Por tanto, y del mismo modo que se hizo con la exposición sobre los
miembros de la "primera generación", se irán exponiendo sus
producciones intelectuales más representativas, destacando dentro de esta
producción los ejes temáticos y metodológicos que hacen distinguirse a unos autores
de otros, a unas perspectivas de otras. Sin embargo, frente a la "primera
generación" que temporalmente ya está conluida, hay que referirse a la
contemporaneidad de la totalidad de los autores referidos que siguen en plena
actividad investigadora y creadora. El caso de Habermas es modélico en este
sentido, puesto que su labor de revisión de sus propias obras, y de áreas
nuevas y diversas del conocimiento, le colocan en una posición de renovación
temática constante. Dicho esto, por consiguiente, se trata, en lo que sigue, de
perfilar los intereses fundamentales que han definido y caracterizado hasta el
presente los análisis más característicos de
los neofrankfurtianos.
Jürgen Habermas (1929) resulta ser el miembro que mayor y
amplia difusión tiene en la actualidad. Sin embargo, la propia dificultad de su
obra obliga a realizar una clasificación provisional de ésta por etapas e
intereses temáticos concretos. Esta posible clasificación podría establecerse
de la manera siguiente:
a)
Las obras dedicadas a la fundamentación epistemológica y gnoseológica y
en las que se trata de desarrollar una Teoría del Conocimiento como Teoría
Social. Entre los libros básicos de esta posición estarían: Teoría y praxis.
Estudios sociofilosóficos(1963), Teoría analítica de la ciencia y dialéctica
(1963),Lógica de las Ciencias Sociales (1967) y, significativamente, la
participación del "joven Habermas" en: La disputa del positivismo en
la Sociología alemana (1969) defendiendo la posición crítica con Adorno frente a
Karl Popper y discipulos de la envergadura de Hans Albert. El puente entre esta
etapa de fundamentación epistemológica y su paso hacia una reflexión sobre la
evolución y transformación de la sociedad neocapitalista se encuentra en:
Conocimiento e interés (1968).
b)
Toda clasificación conlleva unos matices convencionales, no obstante,
hay que estimar que el interés de Habermas hacia el análisis de las estructuras
de la acción pública tienen su inicio en dos de sus primeras creaciones: El
estudiante y la política (1961) y en Historia y crítica de la Opinión pública
(1962). Sin embargo, con Técnica y Ciencia como 'ideología' (1968), Teoría de
la sociedad o tecnología social: ¿A qué conduce la investigación de sistemas?,
del año 1970 y en colaboración con Niklas Luhman, y, sobre todo, su libro
fundamental: Problemas de legitimación en el capitalismo tardío (1973), se
pueden considerar como el momento en el que se entra en un replanteamiento de
las transformaciones de la Sociedad Post-Industrial. Para Habermas, el neocapitalismo
o capitalismo tardío ha ampliado sus esferas de acción, introduciendo al Estado
como un mecanismo más de regulación económico-política del mercado. Así, se
extiende el estudio frankfurtiano no sólo a los aspectos sociales, psicológicos
y culturales de la "primera generación", sino que esencialmente se
valoran los nuevos procesos en los que la lógica del sistema capitalista se
asienta y edifica. Y para ello, Habermas acudirá cada vez en mayor medida a paradigmas teóricos multidisciplinares, siendo
la Teoría de Sistemas la más característica de esta mutación de la Teoría
Crítica. Esta etapa de estudio histórico-evolutivo sobre el capitalismo tardío
culmina con El origen de las sociedades de clase pre-capitalistas: Contribución
a la construcción de una teoría de la evolución sociocultural, investigación
que incorpora ya elementos de lo que será su etapa reconstructiva.
c) Si en un primer momento Habermas se
interroga sobre la lógica de la Ciencia Social y de aquí pasa a la lógica de la
sociedad de capitalismo tardío, en este tercer período de su creación
intelectual se tratará de recomponer y rehacer la gran herencia teórica de la
Filosofía y la Sociología a partir de una reconstrucción de los elementos vivos de tales tradiciones.
Con la Reconstrucción del Materialismo Histórico, precisamente, se entra en la
fase en la que Habermas imprime el tránsito de la Teoría de la Acción Social a
la Teoría de la Acción Comunicativa. Pero, entendiendo a la vez la Teoría de la
Acción Comunicativa como epistemología
reconstructiva y reconstruida cuyo objetivo último será el concepto de
racionalidad. De este modo, hay que situar libros tan determinantes como la
propia Teoría de la Acción Comunicativa (1981) , (con sus dos extensos
volúmenes), Conciencia moral y acción comunicativa (1983), Teoría de la Acción
comunicativa: Complementos y estudios previos (1984). Y, por último, sus
revisiones de autores y líneas de análisis sociofilosóficas tendrían en El
discurso filosófico de la Modernidad y
en Pensamiento post-metafísico sus dos contribuciones más importantes,
subrayándose que tales revisiones no pueden desvincularse del proyecto
habermasiano de vuelta a la Razón Ilustrada y, desde luego, a su reconstrucción
contemporánea.
d) La
vitalidad creativa del autor neofrankfurtiano obliga a introducir una cuarta
etapa "provisional"; es decir,
los intereses investigadores de Habermas son de tal amplitud que es poco
menos que casi imposible cerrar el círculo de sus aportaciones a la Teoría de
nuestro tiempo. Así, es necesario referirse a sus escritos actuales sobre
Derecho, Moralidad y Eticidad, el tema de las identidades nacionales y
post-nacionales, la importancia de la izquierda y su
"reconstrucción", etc. Estamos, pues, ante un pensador cuya talla intelectual
no hace sino ampliar y renovar los límites y las áreas no sólo de la Filosofía
y la Ciencia Social sino, también, de sus métodos y tradiciones.
Pues bien, a la vista del intento de
clasificación, -y de sus dificultades-, de las etapas de la obra del teórico de
Frankfurt, también se hace ardua la tarea de resumir sus temáticas y
aportaciones. En este sentido, de nuevo, una taxonomía posible podría resumirse
en la siguiente:
- En
principio, Habermas representa la renovación temática y epistemológica de la
Escuela al encauzar hacia nuevas perspectivas la posición histórico-dialéctica.
Esto se percibe ya desde sus primeras obras, ya citadas, y en la participación
temprana con Adorno en la polémica que vuelve a situar el debate sobre el
método de la Ciencia Social. Esta preocupación, en consecuencia, pasa a ser el
núcleo de su búsqueda de armonización entre teorías diversas y cuya finalidad
no será sino ese afán reconstructivo con el que el Materialismo Histórico tiene
que enfrentarse en el continuumm, tan hegeliano, entre Historia y Racionalidad.
De ahí que lo que Habermas desarrolla como "ciencia reconstructiva"
no deja de ser una orientación hacia la problemática del "nuevo asalto a
la Razón" de una Ciencia dirigida por intereses instrumentales, definidos
estos a partir del concepto de Horkheimer y Adorno en su denuncia de una
racionalidad instrumental que altera medios y fines en aras de acciones cuyo
objetivo último es la irracionalidad y la irracionalización social y colectiva.
Por consiguiente, la distinción habermasiana entre ciencias empírico-analíticas
cuyos intereses son de carácter técnico, ciencias histórico-hermeneúticas con
intereses prácticos y contenidos cientifistas, y ciencias sociales críticamente
orientadas y que presentan un interés emancipatorio, sitúan a la Razón
crítico-dialéctica en el camino de un acercamiento a la realidad práctica
concreta. Y esa realidad práctica concreta no deja de ser sino el
neocapitalismo corporativo. De esta forma, Habermas baja del "reino"
de la epistemología y de la gnoseología al "mundo" de la Sociología y
de la Política. La síntesis filosociológica del autor crítico recuerda el
perenne y continuo trabajo con las obligaciones y responsabilidades de la
teoría hacia los habitantes de la "caverna".
- Sólo desde ese entendimiento de una búsqueda
por ampliar los límites de la Teoría Crítica, se entienden sus investigaciones
sobre el capitalismo tardío. Sin embargo, el hilo conductor entre unos escritos
y otros se resume en una preocupación por descubrir las tendencias, tanto
metodológicas como sociales y políticas, que conducen a una quiebra y crisis de
la racionalidad, definiendo bajo el concepto de racionalidad la constituida por
la Ilustración y reformulada por el pensamiento histórico-dialéctico. Por
consiguiente, el eje que va desde Historia y crítica de la Opinión pública hasta Problemas de legitimación en el
capitalismo tardío, tiene que plantearse como una Teoría de la Crisis (v.).
Pero de la crisis y desestabilización de un modelo histórico de progreso social
y humano propugnado por el pensamiento clásico-ilustrado.
En consecuencia, los estudios sociopolíticos
de Habermas se centran en los problemas que el paso del capitalismo liberal a
capitalismo planificado origina, y, especialmente, desde el punto de vista de
las relaciones entre racionalidad-irracionalidad, legitimidad-deslegitimación y
autonomía personal o "colonización-del-mundo-de-la-vida".
Siguiendo el modelo de subsistemas sociales
(tomado por Claus Offe de la teoría sistémica) Habermas expone los cambios del
capitalismo, en su fase de "post-industrialismo tardío", a partir de
los problemas que surgen cuando el sistema asume la planificación
político-administrativa no sólo de la economía de beneficio privado, sino esencialmente
de carácter cultural-ideológica. Es en este punto en donde se radicalizarán los
problemas de legitimación del capitalismo tardío, ya que se tendrán que compensar los déficit
de legitimación económica, social y política del sistema mediante una acción,
cada vez más profunda y soterrada, de planificación administrativa y persuasiva
de lealtad de las Masas. Como ya se analizó en la Teoría de la Crisis (v.), el
neocapitalismo que utiliza al Estado y sus subsistemas político-administrativos
para gestionar los fenómenos de una crisis desplazada desde las instancias
económicas hacia las políticas y culturales, precisa reconducir a la fuerza sus
sistemas de valores y, en concreto, el sentido de universalidad propio del
Estado de Derecho y de Bienestar. De esta forma, se tendrán que reajustar las
expectativas y motivaciones colectivas mediante un debilitamiento de
tradiciones culturales e intelectuales y de modos de vida en los que la
autonomía física y psíquica se planteaba como objetivo básico. A ese
debilitamiento de la concepción ilustrada lo denominará Habermas como
colonización-del-mundo-de-la vida; es decir, se subjetiviza al sujeto y a la
colectividad en un estrecho ámbito que, sin embargo, es encauzado por los
Medios de Comunicación de Masas y sus modelos y esquemas de creación de Opinión
púbica, así como por el consumo serializado de objetos que como afirmarán los
analistas de la Cultura de Masas (v.) asignan un falso status de movilidad
colectiva.
Ahora bien, la "unidad" del
sistema neocapitalista tendrá que conllevar unas contradicciones en las que el
término weberiano de "jaula de hierro" se consolida, y ello debido a
que cada vez se requerirán más estrategias administrativas y políticas para
integrar los conflictos y antagonismos propios de esa "unidad" que el
sistema establece. En suma, la dinámica de la lógica del capitalismo tardío
tendrá que cerrar y reprimir esferas y ámbitos de la vida de la colectividad.
La cultura y la educación, y, en general, los procesos de socialización se irán
alterando hasta llegar, si no se remedia, a lo que Habermas describe como el
fin del individuo. Y, sobre todo, en ese desequilibrio entre relaciones de
intercambio económico privado -pero mundializado- y
"mundo-de-la-vida", la racionalidad en cuanto proceso de comprensión
causal de la Historia y de la Sociedad sufrirá una mutación cada vez más
evidente. La razón instrumental , aportación conceptual determinante de la
"primera generación" de la Escuela, significará el triunfo, al mismo
tiempo, de una burocratización de la realidad bajo los principios de la
eficacia y la eficiencia, y sin ningún resquicio para una racionalidad no
menoscabada por los intereses del sistema. Para Habermas, en definitiva, sólo
un planteamiento teórico crítico-emancipatorio puede hacer frente a esa
subordinación de la vida del sujeto y de la colectividad a las esferas de la
organización del mercado y de la acumulación de las grandes comporaciones
empresariales.
-
El paso de la Teoría de la Sociedad a la Teoría de la Comunicación y de
los actos comunicativos se inicia como lógica continuación del concepto de
universalidad de la razón. Kant fundamentó el sentido moderno de la
racionalidad establecida como autonomía y mayoría de edad intelectual. Desde
esta perspectiva, la Teoría de la Acción Comunicativa trata de enlazar con una
revisión de las estructuras y reglas universales que posibilitan un nuevo
reconocimiento intersubjetivo sobre el que desarrollar el consenso social sin
deformaciones o alienaciones.
Como se observa se trata de un proyecto
monumental en el que se busca una reconstrucción de la racionalidad que sea el
fundamento de un neoconsensualismo colectivo. Este empeño, sin embargo, está
plagado de problemas y dificultades porque no sólo se trata de salir de una
racionalidad alienada sino, al mismo tiempo, de aclarar una Teoría de la
Modernidad que devuelva los grandes ejes ilustrados y suprima sus patologías ya
subrayadas por Adorno y Horkheimer en su Dialéctica del Iluminismo.
Para Habermas, entonces, es imprescindible
un debate teórico con las grandes tradiciones que, hasta el presente, han
estado distanciadas entre sí. Este debate debe retornar a los paradigmas
centrales de la tradición sociofilosófica y, en concreto, hay un regreso al
concepto de acción desde la perspectiva de llegar a una reconstrucción de los
presupuestos universales de la razón, pero de la razón comunicativa. Esto es:
de la razón que comunica y, como tal, se hace intersubjetiva. Así, la Teoría de
la Acción Comunicativa se estructura como un debate permanente con la Filosofía
(Popper, Austin, Lukács, Searle...), con
la Sociología (Durkheim, Weber, Parsons...) y, lógicamente, con Marx, Freud y
la Escuela (Horkheimer-Adorno). Toda esta controversia, no obstante, conduce a
un objetivo final: la aclaración de la posibilidad de un nuevo significado de
razón que restituya su significado ilustrado y muestre los extravíos de un
modelo de racionalidad que partiendo del paradigma cartesiano ha concluido en
una razón instrumental y sus patologías sociales. De este modo, Habermas salta
del paradigma de la conciencia subjetiva al paradigma del lenguaje y de éste al
de la comunicación, pero con una intención evidente: rehacer y recuperar las
dimensiones creativas y emancipatorias de un "mundo-de-vida" fundado
sobre un consenso de ética universal. De aquí, el interés de las últimas obras
del autor de Frankfurt por indagar sobre conceptos como los de
autodeterminación, desarrollo ético, interrelación entre Estado y Derecho y,
desde luego, el análisis de los presupuestos de universalidad de la
racionalidad comunicativa. En suma, la
magnitud e importancia de la teoría sociofilosófica habermasiana proviene de
esa recuperación de tradiciones sintetizadas y armonizadas que, aparentemente,
parecían irreconciliables entre sí. Mas, dicha armonización no resulta un mero
ejercicio académico. Al contrario, del mismo modo que en la "primera
generación" de Frankfurt se encuentra un hilo conductor entre sus autores
y temáticas. En la obra de Habermas se manifiesta el mismo eje que mueve sus
intereses e investigaciones. Y ese núcleo, tanto en la reflexión de Adorno y
Horkheimer como en la de Habermas no deja de ser sino la misma búsqueda de un
nuevo proyecto de Modernidad fundado sobre unas esferas no alienadas y
ampliadas de racionalidad y de existencia colectiva. En último término, es un
replanteamiento del concepto de razón como el único camino en la defensa de
intereses generalizables con sentido de universalidad y cuya consecuencia
histórica deberá de ser un "mundo-de-vida" emancipado de las
imposiciones de la dominación y de la explotación.
Claus Offe (1940) se puede considerar como
el miembro de la "segunda generación" más centrado sobre el análisis
politológico, siendo el estudio de la sociedad de capitalismo avanzado, y sus
estructuras, el centro de sus investigaciones. Al igual que pasa con Habermas,
en la producción intelectual de Offe se pueden, hasta el presente, establecer
unas etapas en función de los focos que han centrado su análisis. Tales etapas
podrían diferenciarse de la manera siguiente:
a)
Los escritos de revisión del capitalismo: Kapitalismus. Analyse als
Selbsteinschüchterung (1968), Politische Herrschaft und Klassenstrukturen
(1969), Strukturprobleme des kapitalistischen Staates (1972), Thesen zu Begründung
des Konzepts des 'Kapitalistichen Staates' und zur materialistischen
Politikforschung (1976), Unregierbarkeit. Zur Renaissance konservativer Krisentheorien
(1979), Disorganized Capitalism (1985) y
Contradictions of the Welfare State (1988), como escritos más representativos.
b) Los estudios sobre la
formación y procesos de crisis (v.):
Krisen und Krisenmanagement (1973), Überlegungen und Hypothesen zum
Problem politischer Legitimation (1976) y Praxisbezüge der Sozialwissenschaft
als Krisenwissenschaft (1976), aunque
éste es un tema constante en el resto de artículos y libros de Offe.
c) El
análisis propiamente politológico: Berufsbildungsreform. Eine Fallstudie über
die Reformpolitik (1975),
Neukonservative Klimakunde (1978), Konkurrenzpartei und kollektive politische
Identität (1980) y Politische Kultur und sozialdemokratische Regierungspolitik
(1981), como estudios más
característicos.
d)
El replanteamiento de las dinámicas socioeconómicas y, en especial, de
la organización y Sociología del Trabajo: Leistungsprinzip und industrielle
Arbeit (1970) y Organisierte
Eigenarbeit (1990).
e)
Por último, las preocupaciones teóricas actuales de Offe se han
centrando en el proceso de reunificación
de Alemania y, en concreto, en el nuevo rumbo de la izquierda ante los cambios históricos sucedidos en la
década de los años noventa: Der Tunnel am Ende des Lichts. Erkundungen der
polistischen Transformation im Neuen Osten (1994).
-
De este modo, la obra de Claus Offe se articula sobre tres temáticas
específicas: la revisión del capitalismo contemporáneo, la crisis de los
partidos políticos y la aparición de los nuevos movimientos sociales, y las
contradicciones del Estado del Bienestar ante el reajuste y cambio de las estructuras del sistema en su
conjunto. Por consiguiente, Offe se propone una investigación con un objeto muy
definido: la transformación del neocapitalismo y, sobre todo, el estudio de los
mecanismos que consolidan y aseguran este modo de organización económica,
social y política. En consecuencia, la revisión del capitalismo contemporáneo
se va a enfocar, no obstante, desde una perspectiva netamente frankfurtiana; es
decir, desde las contradicciones y procesos de crisis de este modelo de
sociedad.
Para el autor de Disorganized Capitalism,
desde un punto de vista teórico, la sociedad capitalista se fundamenta en el
principio del intercambio. Pero la relación de intercambio depende de una forma
necesaria e inevitable de la administración política y de la administración
legal, aunque esta dependencia también se produce a la inversa. Ahora bien, en
este tipo de sociedad, la crisis -como efecto que genera acontecimientos- puede
producirse en (o por) la relación de intercambio o en (o por) las
administraciones políticas y legales. Para Offe, los principios organizativos
político y legal tendrán dos posibles posiciones frente al principio de
intercambio: estructurarse según las necesidades económicas del Estado, o
proteger a la esfera económica evitando influencias en un principio no
deseadas. Sin embargo, la crisis provendrá de los efectos que dificultan la
separación entre economía y política y legislación.
Offe subraya que la sociedad capitalista se
articula sobre su capacidad para crear plusvalías. De este modo, aquello que no
produce o ha dejado de originar plusvalías es un lastre, siendo asimismo un
lastre lo que pone en peligro la creación de plusvalías. Como resultado de
esto, la sociedad de capitalismo avanzado tratará de evitar aquellas
estructuras no mercantiles contrarias al proceso de crecimiento económico y, de
aquí, que buscará fundamentalmente minimizar el impacto de estas estructuras
sobre el proceso de creación de plusvalías. Mas, el desarrollo de la sociedad
industrial capitalista produce fenómenos de origen no capitalista, y esto lleva
a la exclusión de estructuras no mercantilistas. En el mercado laboral, por
ejemplo, los diversos sectores del sistema capitalistas como son: el sector
monopolio con alto grado de organización, el sector competitivo con competencia
en precios, trabajo no organizado sindicalmente y fuerza laboral dependiendo de
subsidios, el sector público en donde el trabajo es pagado con presupuestos y
predominan los principios administrativos sobre los económicos y, finalmente, el
sector de fuerza residual cuya existencia se mantiene mediante asignaciones
oficiales, nos indica el alto grado de desmercantilización y, a la par, la cada
vez mayor dependencia del subsistema político y administrativo. En estas
condiciones, el desarrollo del neocapitalismo presentará un aspecto
fundamental: la relación de intercambio, al ser predominante, requerirá
socializar ciertos procesos como la división del trabajo y la mayor
independencia de los elementos del sistema social. Así, el poder administrativo
y legal tendrá que asumir mayor relevancia para controlar los conflictos
derivados del intercambio con lo que tendrá que estructurarse cada vez más
"científicamente" según las necesidades del neocapitalismo. Pero,
esto creará complejos problemas de demarcación de los subsistemas (económico,
político-administrativo y normativo-cultural) con lo que los procesos de
creación de plusvalía chocarán con el crecimiento de la organización
extramercantil propia de la acción político-administrativa del Estado del
Bienestar. La crisis, entonces, surge de la búsqueda por reprivatizar esos
subsistemas. El Estado capitalista tendrá que intentar reconciliar la economía
privada con las actuaciones sociales derivada de ésta. Del mismo modo, el
sistema político tendrá que procurar la lealtad de las masas, intentando un
equilibrio entre economía y sociedad. Mas, las contradicciones llegan cuando la
solución de un problema en un subsistema afecta negativamente a otro. Éste es
el origen de la crisis y su regulación
tendrá que dirigirse o bien a las decisiones sobre los recursos fiscales
adecuando recursos disponibles a las necesidades sociales del subsistema
político-administrativo, o bien hacia la racionalidad administrativa que
tratará de separar economía y política, racionalizando ambas relaciones, o
finalmente organizando la lealtad de las masas mediante la aceptación colectiva
de los fundamentos del sistema. Sin embargo, aquí es en donde se manifiestan
las más profundas contradicciones ya que necesitará regular las condiciones de
vida de la población, evitando por todos los medios su desestabilización. En
suma, es en este subsistema en donde se muestran las transformaciones del
capitalismo corporativo contemporáneo frente al capitalismo industrial del
siglo XIX. Tanto para Offe como para Habermas, las estructuras de socialización
son las que reciben la acción de un complejo grupo de instituciones
multifuncionales cuya finalidad será la adaptación e integración de las masas a
los imperativos de la reprivatización económica. Pero, como resultado del
intento de universalizar la forma mercantil como relación de relaciones, el
Estado deberá ejercer continúos efectos autocorrectores y protegerlos
institucionalmente (subsidios, pensiones...) o mercantilizar relaciones de
socialización históricamente ajenas a este proceso (educación, formación,
investigación...). La consecuencia será el antagonismo entre legitimidad
político-administrativa del Estado y eficiencia económica para la creación de
plusvalías privadas. Si prevalece el principio de legitimidad (elecciones
generales, constituciones, derechos sociales y políticos, ....) o si prevalece
el principio de eficiencia económica (reprivatización, eliminación de costes
laborales, mercatilización de la mano de obra, ....) significará que se avanza
hacia una sociedad cada vez más democrática y, como tal, menos dominada por la
economía capitalista de monopolios; o, al contrario, una cada vez mayor
autonomía del subsistema económico y una limitación de los fenómenos de
organización democrática sociopolítica y cultural. La pregunta final, por
consiguiente, a la que llega Offe no deja de ser: ¿es posible la conciliación
entre democracia y capitalismo sin Estado del Bienestar?. La respuesta sigue
siendo el núcleo reflexivo de los escritos posteriores de Offe.
- El
interés por la temática politológica y la dinámica política en las sociedades
contemporáneas ha sido, desde sus comienzos intelectuales, una de las
constantes del autor de Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Offe
debate, al igual que Habermas, con los planteamientos weberianos sobre los
criterios de racionalidad y el funcionamiento político-administrativo. Para
Weber, la administración burocrática resulta ser la manera formalmente más
racional de ejercer el poder. La
lapidaria frase weberiana se resumirá en: la legalidad es el funcionamiento de
la burocracia. Pero, el tipo burocrático ideal se basará esencialmente en la
estricta división entre política y Administración.
La interrogación, empero, de este poder burocrático
ideal definido por Weber es sí sigue siendo racional en el sentido de responder
a las exigencias y necesidades funcionales de una sociedad capitalista
industrialmente desarrollada. Y ello porque, cada vez en mayor medida, la
realización de esas exigencias depende de la acción de la Administración
estatal. La diferencia fundamental entre
el modelo weberiano anterior y el actual del funcionamiento del Estado social
radica en que la eficiencia ya no se define por el seguimiento de reglas, sino por la obtención de resultados. Surge una nueva función para la
Administración: la elección de premisas de actuación jurídicas, organizativas y
personales, con lo que desaparecen las barreras que separaban la política y la
Administración. Mas, la Administración al desvincular sus actuaciones de las
normas jurídicas, debe encontrar otro tipo de legitimaciones para su actividad
(plano supralegal o plano infralegal). Así, se podría definir este segundo
criterio de racionalidad como la adecuación de la Administración a sus
objetivos.
De lo anterior se llega a la tercera
concepción de la racionalización burocrática en la que se parte del consenso
político, al que la Administración tienen que llegar como referente de sus
legitimaciones al verse forzada a pasar al plano infralegal. Para poner en
práctica los planes estatales, ocurrirá que la Administración pública no podrá
actuar en solitario y necesitará de sus propios ciudadanos y de sus
organizaciones sociales -por ejemplo, la protección del medio ambiente-. La
eficacia de las actuaciones de la Administración, sin embargo, pueden verse
amenazadas al depender del consenso social. La falta de homogeneidad de
intereses existentes es uno de los riesgos fundamentales en la obtención de
resultados. Offe matizará entonces las contradicciones simultáneas con las que
se encontrará la actual estructura administrativa: tendrá que estar en
consonancia con sus fundamentos jurídicos, con sus funciones y con los
intereses de sus "clientes" y grupos de referencia. En definitiva, el
criterio de racionalidad burocrático-administrativa en el capitalismo avanzado
se encontrará con un problema de problemas: la carencia de un criterio que
pueda situar estas tres condiciones en una relación equilibrada. Para Offe, los
principios de organización estructurales de la sociedad de mercado, de nuevo,
muestran y revelan procesos sistémicos incompatibles entre sí.
Precisamente, en donde se comprueban esos
principios contradictorios y conflictivos será, sobre todo, en los límites
establecidos en la política institucional. Se entra, pues, en una de las
temáticas más características de la investigación de Claus Offe: la
interrelación entre partidos políticos tradicionales y nuevos movimientos
sociales.
De nuevo Offe revisa el concepto weberiano
de partido político considerado como estructura burocrática con un líder
político y como proceso de contención de la masa. Tanto Robert Michels como
Rosa Luxemburgo describieron la tendencia que se daba en las organizaciones
políticas (sindicatos, partidos) a dominar y someter a las masas más que a
servir a sus intereses. El partido competitivo, pues, pasa a ser una estructura
con una dinámica más centrada en la búsqueda del poder que en el desarrollo de
la voluntad popular que, de un modo teórico, debería representar y expresar.
Esto significa que se producen dos fenómenos evidentes: a) se atiende
preferentemente a maximizar el número de votos; y, b) se minimizan los
elementos programáticos que pudieran desarrollar antagonismos en el electorado,
así se entra en coalición con otros partidos con lo que se vulneran los
planteamientos políticos fundamentales. Todo ello hace que el partido necesite
una estructura organizativa extremadamente burocratizada y sus consiguientes
problemas: la composición social de la dirección del partido difiere cada más
tanto de la composición social de los miembros del propio partido -es, de
nuevo, el problema de la "ley de hierro" de las oligarquías apuntado
por Michels-, como de la del electorado. Las consecuencias de esta burocratización
y profesionalización de los cuadros dirigentes en una élite conducen a una
desactivación de los miembros de base, la heterogeneidad estructural y cultural
entre quienes apoyan al partido, y esto unido a la pérdida de radicalidad de
los programas de los partidos, llevan a que se conviertan en una garantía
virtual de que la estructura o subsistema de poder político no ha de desviarse
de la estructura del poder socioeconómico. La paradoja que Offe destaca y
recalca, no puede ser otra que la que subraya que el sistema de partidos ha
sido el medio de conciliar el sufragio universal igual para todos, con el
mantenimiento de una sociedad de desigualdades.
Lo anterior determina la aparición de una
serie de causas que provocan el declive del sistema de partidos como forma
dominante de participación política de masas. En este punto, la forma política
de partido está siendo cada vez más desplazada por otras prácticas y
procedimientos de participación y representación política, de las que se pone muy
en duda que tengan el mismo potencial de "reconciliación" que
manifestaban los partidos burocráticos en competencia entre sí. De este modo,
los nuevos movimientos sociales surgidos como réplica a la profesionalización
de la política se hacen muy difíciles de absorber e integrar en la práctica
política de competencia entre partidos, ya que el denominador común de su
acción y organización es un cierto sentido de identidad colectiva que no
solicita representación sino autonomía. De aquí, el proceso de desparlamentarización
de la política pública y su correspondiente sustitución de formas territoriales
de representación por formas funcionales. Pero, ante la consolidación y
extensión de los movimientos sociales, puede producirse un repliegue del
subsistema político de partidos en forma de transformación gradual de la
democracia hacia una cierta forma de autoritarismo, lo que puede originar una
represión planteada como exclusión de representación. En definitiva,
considerará Offe, la alternativa política estribará fundamentalmente en la
autotranscedencia del partido que deberá pasar de la democracia política a la
democracia económica. La ruptura de la tensión básica de la sociedad
neocapitalista entre el principio democrático de igual participación de las
masas y el principio económico de poder desigual y privado en la adopción de
decisiones, le parece al autor de la "segunda generación" de
Frankfurt el punto de inflexión desde el que habrá que reconstruir los
fundamentos de una nueva manera de hacer política y reflexión política.
Por último, y desgraciadamente por la
forzosa necesidad de brevedad de nuestro análisis, se expondrán algunas de las
consideraciones y ciertas críticas que Offe señala en su estudio sobre los
nuevos movimientos sociales.
En principio, hay que constatar la
aparición, en los años setenta, de tres procesos:
- El
incremento de ideologías y actitudes participativas con fuerte componente de
solidaridad social.
- La
utilización creciente de formas no institucionales de actuación política como
son la protesta, la manifestación, el boicot y, en general, acciones que
desbordan los cauces institucionales.
- El
surgimiento de exigencias y reivindicaciones políticas relacionadas con
cuestiones que solían calificarse y considerarse como temas éticos, morales,
sociales, económicos y culturales, rompiéndose las fronteras de las demandas
políticamente institucionalizadas.
Así, los ciudadanos a través de la
articulación de los nuevos movimientos sociales reclaman un control directo y
más inmediato sobre las élites políticas poniendo en acción medios que son
incompatibles con el mantenimiento del orden institucional de la política en
las sociedades capitalistas post-industriales. Ahora bien, van a surgir un
conjunto de dificultades que Offe considera como cuestiones cuya complejidad no
puede soslayarse. Entre ellas estarían las siguientes:
lº)
Los nuevos movimientos sociales son antagónicos con el proyecto de
sociedad sumamente liberalizada del planteamiento neoconservador. Sin embargo,
al contraponerse al Estado y a la regulación burocrática de las
reivindicaciones sociales, pueden acabar en una extraña coincidencia con el
intento político-ideológico neoconservador. Y ello debido al intento de
restaurar los elementos no políticos que en los neoconsevadores no es sino el
intento de salvaguardar una esfera de autoridad estatal más restringida y
limitada. Sólo la búsqueda de una sociedad civil no restringida en sus canales
de representación política puede evitar
el parecido anti-estatalista de los nuevos movimientos con el anti-estatalismo
neoconservador. Como afirmará Offe, para poder emanciparse del Estado habrá que
polítizar a la sociedad civil y sus instituciones.
2º)
La praxis de los nuevos movimientos apunta hacia exigencias y principios
no negociables. Esto es una consecuencia de la inexistencia de contrapartidas,
pero especialmente de la carencia de un armazón ideológico coherente con una
cosmovisión y unos objetivos de actuación comunes y claros. Como valor
fundamental se sitúa la autonomía e identidad personal. Mas, a menudo, ello
significa la desconexión entre sus modos de actuar (informalidad,
espontaneidad, bajo grado de diferenciación horizontal y vertical) y sus
reivindicaciones (formas no alienadas de trabajo, derechos humanos, entorno
ecológico, etc.).Para Offe, el alejamiento de la clase obrera industrial y de
los sectores más vinculados a la crítica intelectual es una consecuencia de la
falta de una interpretación de la realidad que establezca las condiciones de la
transformación y superación de ésta.
3º)
Los actores que conforman estos movimientos es otro de los aspectos
apuntados por Offe. En efecto, la base social de los nuevos movimientos
sociales está compuesta por la nueva clase media (sobre todo, aquellos sectores
que trabajan en profesiones de servicios humanos o en el sector público), por
elementos de la vieja clase media y, especialmente, por gente al margen del
mercado de trabajo o en una posición periférica respecto a él (estudiantes,
obreros en paro, amas de casa...), con lo cual no hay unos intereses
específicos sino reivindicaciones variables y coyunturales en función de
acontecimientos que se van sucediendo esporádicamente.
Sin embargo, las inconsistencias y
contradicciones tienen que entenderse como el choque entre los nuevos valores
que aún no están perfilados y los heredados del sistema capitalista. Offe, en
este sentido, considerará que la gran mayoría de valores y reivindicaciones de
los nuevos movimientos siguen enraizados en las grandes filosofías políticas y
teorías estéticas clásicas e ilustradas de los dos últimos siglos. Y desde esta
perspectiva, la supervivencia y éxito de tales movimientos es la supervivencia
de las grandes creaciones intelectuales que buscan la emancipación humana y
social. En último término, se puede afirmar que en todos los planteamientos
principales de estos movimientos se encuentra una idea básica y esencial: la
convicción de que incluso la vida misma está amenazada por la ciega dinámica de
la racionalización instrumental económica, militar, tecnológica y política. Y
esta indudable convicción es un criterio suficiente para cuestionar los límites
cerrados de la política institucional y sus esferas de acción económicas, sociales y culturales.
- La
posición crítico-política de Offe tiene que considerarse como una de las más
interesantes de la "segunda generación" a la hora de acercarse a
problemas de inminente actualidad. Desde la crisis de la sociedad del trabajo
en la que Offe describe la exclusión social de grandes sectores de la población
y la fragmentación de la clase obrera, situándose en un inaplazable debate -al
igual que André Gorz en su Métamorphose du travail. Quête du sens. Critique de
la raison économique (1988)- sobre la dinámica de la sociedad neocapitalista
actual, hasta sus recientes consideraciones sobre el papel de la izquierda (en
castellano, el artículo ¿Del annus mirabilis al annus miserabilis? La izquierda
tras el cambio y Maastricht) y el rumbo emprendido por la Europa surgida después
de los cambios experimentados por los países del Este europeo (Der Tunnel am
Ende des Lichts. Erkundungen der politischen Transformation in Neuen Osten), se
puede ratificar ya que tanto Offe como Habermas han imprimido un nuevo giro al
análisis frankfurtiano en unas direcciones cada vez más multiparadigmáticas que
esperemos no renuncien ni abdiquen de los ejes propios y determinantes del
proyecto de la Teoría Crítica cuyo objetivo no sólo se resume en comprender y
describir la sociedad sino, ante todo, en transmitir un planteamiento teórico y
metodológico cuyo singular interés es la
emancipación y autoconciencia colectivas.
Oskar Negt (1934) representa
el sector más alternativo de la "segunda generación". Su revisión teórica se concentra de una forma
especial sobre tres áreas temáticas: la Filosofía Social, la acción de los
medios comunicativos y la Opinión pública en la sociedad de clases y, por
último, las interrelaciones entre teoría y praxis. Entre sus libros y artículos más representativos se pueden considerar los
siguientes: Strukturbeziehungen zwischen den Gesellschaftslehren Comtes und
Hegels (1964), Soziologische Phantasie
und exemplarisches Lernen (1968), Marxismus als Legitimationswissenschaft (1969),
Zum Problem der Aktualität Hegels (1970), Öffentlichkeit und Erfahrung (1972),
Kritische Kommunikationsforschung (1973), Keine Demokratie ohne Sozialismus.
Über den Zusammenhang von Politik, Geschichte und Moral (1978), Alternative
Politikformen als politische Alternative? (1980) y Thesen zur Unvereinbarkeit
von dialektischer und positivistischer Denkweise (1983). Este conjunto de artículos y colaboraciones en libros,
desgraciadamente sin traducción todavía al castellano, nos indica la inserción
de Negt dentro de la reflexión sobre los fundamentos teóricos y epistemológicos
de la tradición dialéctica en su contraposición al positivismo. Sin embargo, en
este sentido, Negt presenta una perspectiva de revisión de los autores
dialécticos (Hegel, Engels, Korsch) de una originalidad especial al situar a
éstos dentro de la Ciencia de su momento histórico.
La importancia de Oskar Negt proviene, no
obstante, no sólo de sus estudios sobre Filosofía Social (la conexión
Hegel-Comte en la que Negt encuentra en ambos autores estructuras teóricas del
conformismo de la sociedad burguesa constituida), sino de un modo específico la
investigación sobre las formas de control de la sociedad capitalista avanzada.
Así, se repasan los procesos que edifican unos mecanismos capaces de dirigir
hacia direcciones prefijadas a la población. La simpatía de Negt hacia el
planteamiento de Rosa Luxemburgo significa la vuelta al tema de la
"espontaneidad de la masas" y las estrategias para neutralizar y
dirigir a ésta. De este modo, Negt incorpora la dialéctica de la Ilustración de Adorno-Horkheimer destacando que no sólo
la Ciencia y la técnica se han conformado como fenómenos de adaptación social
sino que, a la vez, el Derecho del Trabajo, la Psicología Social y los medios
de comunicación de masas se han articulado como las legitimaciones básicas del
sistema para encauzar conflictos y, en concreto, el conflicto obrero.
En este planteamiento, precisamente, Negt
examina la interrelación entre clase obrera
y conciencia de clase y el nuevo rol de los medios de comunicación. En
Öffentlichkeit und Erfahrung y en Kritische Kommunikationsforschung se incide
en el papel que los contenidos comunicativos estandarizados ejercen sobre los
sectores sociales culturalmente más vulnerables. La clase obrera es sintomática
de esto. Para Negt, el efecto de efectos de los "mass-media" sobre la
clase obrera es el empobrecimiento. Empobrecimieto de las formas de conciencia
que permiten un amoldamiento indudable a la estructura de división
post-industrial del trabajo. De este modo, Negt no indaga las influencias de
los medios en abstracto y desde una perspectiva de globalidad como hizo
Habermas en su Historia y crítica de la Opinión pública. Para el autor de
Öffentlichkeit und Erfahrung, la difusión mass-mediática afecta de una manera
preferente a los contenidos de la conciencia de clase obrera y, en cierto
sentido, Negt coincide con el análisis de Abercrombie sobre la conciencia dual;
es decir, una conciencia -psicología- superpuesta sobre las percepciones e
intereses propios del lugar ocupado en la estructura social y laboral.
En estas condiciones, para el teórico
neofrankfurtiano, la imaginación sociológica (Soziologische Phantasie) debe
tomar un nuevo rumbo: el tránsito de la praxis a la teóría. La reconstrucción
de la teoría surge desde una praxis explicativa de las formas de dominación. El
camino, por tanto, es inverso al establecido en el Marxismo clásico, pero en
último término la consecuencia no deja de ser la aclaración de las formas de
vida manipuladas. Negt, siguiendo a Wright Mills, reclama una nueva
"fantasía sociológica" que no tema incluso a la introducción de
collages, textos literarios, métodos de otras áreas, pero que, ante todo,
permita y posibilite recobrar el significado originario de la teoría como
autonomía vital e intelectual.
Albrecht Wellmer (1933) es, quizás, el
miembro de la "segunda generación" más interesado en la metodología y
en el papel de la epistemología como aspectos básicos en el proceso
reconstructivo de la Ciencia Social y, claro está, de la Teoría Crítica. Su
formación académica en el campo de las Matemáticas y de las Ciencias Naturales
influirá decisivamente en su posición crítica. Ello se percibe no sólo en la
problemática central de sus escritos como en el tratamiento epistemológico dado
en ellos. Como más representativos de esta dirección se pueden considerar:
Methodologie als Erkenntnistheorie. Zur Wissenschaftslehre Karl R.. Poppers (1967), Kritische
Gesellschaftstheorie und Positivismus (1969), The linguistic Turn of Critical
Theory (1974), Kommunikation und
Emanzipation. Überlegungen zur 'sprachanalytischen
Wende' der Kritischen Theory (1977), Praktische Philosophie und Theorie der
Gesellschaft (1979), Terrorismus und Gesellschaftskritik (1979) y, en general,
una serie de recensiones y artículos breves sobre publicaciones recientes sobre
Teoría Social y Política.
Pues bien, como se observa, Wellmer se
posiciona en un espacio que había sido reformulado por Adorno en su polémica
con Popper en La disputa del Positivismo en la sociología alemana. El debate
entre la Teoría Crítica y el Racionalismo crítico popperiano, -cuyo hilo
conductor es el sentido contemporáneo de la lógica de las Ciencias Sociales-,
se resuelve en la obra de Wellmer a partir de una doble revisión. Por un lado,
el autor de Teoría Crítica de la Sociedad y Positivismo "positiviza"
el análisis histórico-dialéctico crítico y, por otro, "dialectiza" lo
que de útil queda en el Positivismo y sus derivaciones neopositivistas y
analíticas. Por consiguiente, se trata de establecer lo que de "vivo"
y permanente persiste en el pensamiento marxiano y aquello que aún sobrevive de
la herencia metodológica del Positivismo.
A partir de tal formulación, Wellmer
replantea la siguiente temática: los principios epistemológicos de la ciencia
social empírico-analítica y la ciencia social crítica, la Filosofía de la
Historia desarrollada en la obra de Marx y sus elementos positivistas y, como
problema determinante, la investigación de Adorno y Horkheimer sobre la razón
instrumental y sus interrelaciones con la Ciencia y la técnica. En definitiva,
se busca romper las barreras que los viejos principios de demarcación entre
concepciones teóricas han levantado como tabués inamovibles.
La Dialéctica del Iluminismo de Adorno y
Horkheimer originó el viraje de la Escuela hacia uno de los planteamientos más
característicos del pensamiento crítico: el componente de racionalidad
instrumental que la Ilustración conllevaba. De esta forma, nace una dicotomía,
a menudo irreconciliable, entre los fundamentos de la razón empírico-positiva y
los principios histórico-dialécticos. El antagonismo entre Hegel-Comte -ya
analizado por Oskar Negst- lo resuelve Wellmer destacando las influencias que
Marx recoge del método positivista y que aplicará con una indudable utilidad. Lo mismo ocurre
con el tema de la razón instrumental que Wellmer repasa meticulosamente. Aquí,
contrapone a razón instrumental el concepto de racionalidad instrumentada; es
decir, la racionalidad organizada en el capitalismo bajo el principio del
intercambio y que no debe ser equivocada con la racionalidad científico-técnica
cuyo uso ideológico depende de los modos de dominación social y no de sus
propios procesos. Para Wellmer, es necesaria la reconstrucción de un tipo de
razón que no se edifique en antagonismo con la técnica y la Ciencia. La
reconciliación entre las Ciencias Nomológicas -las de la Naturaleza- con las
Ciencias Ideográficas -las históricas- constituye, según Wellmer, una revisión radical del tema de la praxis y
de la praxis transformadora que hace suyo el planteamiento marcusiano del Final de la Utopía. Esto es: la incorporación
del conocimiento científico-positivo en el proceso histórico de cambio de una
sociedad cuyo principio de intercambio actúa en todas las esferas sociales. Y,
desde luego, la nueva praxis crítica necesariamente pasa por la incorporación
de los logros y avances que han posibilitado, y posibilitan, la consecución del
"reino de la libertad" frente al "reino de la necesidad".
Alfred Schmidt (1931) se considera el continuador de la reflexión
más estrictamente filosófica frente a la variedad temática de Habermas, la
investigación sociopolítica de Offe o la indagación epistemológica de Negt y
Wellmer. Predomina en la obra de Schmidt un constante interés por la teoría
marxiana y su vigencia contemporánea. En este sentido, sus trabajos
fundamentales se resumen en: Der Begriff der Natur in der Lehre von Marx (1962), Zur Frage der Dialektik in Nietzsches
Erkenntnistheorie (1963), Zum Verhältnis von Geschichte und Natur im
dialektischen Materialismus (1965), Über Geschichte und Geschichtsschreibung in
der Materialistischen Ökonomie heute (1967), Der strukturalistische Angriff auf
die Geschichte (1969), Geschichte und Struktur (1971), Existentialistische
Marx-Interpretationen (1973), Emanzipatorische Sinnlichkeit. Ludwig Feuerbachs
anthropologischer Materialismus (1973), Zur Idee der Kritischen Theorie (1974),
Die Kritische Theorie als Geschichtsphilosophie (1976), Drei Studien über
Materialismus (1977), Materialismus und Subjektivität (1980) y Kritische
Theorie. Humanismus, Aufklärung, Philosophische
Arbeiten. (1981). Se trata, pues, como se percibe a primera vista, de un
análisis conceptual y, casi, de carácter textual. De este modo, Schmidt afronta
un repaso de temas que, en cierta medida, han quedado postergados en la
interpretación de los autores clásicos. El problema de la Naturaleza en la
teoría de Marx-Engels, por ejemplo, es considerado como uno de los núcleos
reconstructivos del Materialismo Histórico contemporáneo. Para Schmidt, en los
Manuscritos de Economía y Filosofía, en la Ideología Alemana, pero también en
las obras económicas de Marx, y en concreto en El Capital, se encuentra una
enunciación de la praxis revolucionaria como síntesis armónica entre Hombre-Sociedad-Naturaleza.
La doble dialéctica de la alienación -la del Hombre frente al otro Hombre y la
del Hombre frente a la Naturaleza- son inseparables. Para Alfred Schmidt, la
modernidad y vigencia de la teoría marxiana proviene, precisamente, de esa
interrelación dialéctica entre Historia y Naturaleza. Por tanto, hay que
desbrozar esos elementos positivistas que Engels, tras la muerte de Marx,
introdujo en la Dialéctica de la Naturaleza y retomar el propio planteamiento
marxiano que no es sino una concepción global de la emancipación y de la
emancipación de la especie humana como especie histórica y natural. Y, aquí,
Schmidt destacará la importancia de Ludwig Feuerbach en el pensamiento de Marx.
La "sensualidad emancipada" (Emanzipatorische Sinnlichkeit) es tan
primordial como la racionalidad liberada de sus prejuicios. En definitiva,
Schmidt se alinea con la perspectiva marcusiana de Eros y Civilización (no hay
que olvidar que fue el traductor al
alemán de los libros escritos en inglés por Marcuse) y con ello hace suyo
el lema de Rimbaud: tarnsformar la Historia para cambiar la vida.
Finalmente, y en este sucinto repaso de las
temáticas neofrankfurtianas, es interesante señalar la labor de difusor y
divulgador que Alfred Schmidt ha llevado a cabo. En libros como
Die Kritische Theorie als Geschichtsphilosophie, Zur Idee der Kritischen
Theorie o en Kritische Theorie. Humanismus, Aufklärung,
Philosophische Arbeiten y otros escritos, se exponen y discuten los grandes
temas y el preciso patrimonio conceptual
de la Teoría Crítica. Así, se
puede afirmar que la preocupación fundamental del filósofo neofrankfurtiano no
sólo es su interés por ampliar conceptos y temáticas sino, esencialmente,
mantener el permanente sentido de análisis crítico característico del proyecto
inicial de la Escuela de Frankfurt. Y, desde esta posición, Schmidt propone
innovadoramente una tarea de desbroce terminológico y de asimilación de teorías
que históricamente han reivindicado problemáticas en las que su núcleo
discursivo ha sido la aclaración de un tiempo histórico nuevo y diferente.
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Balance general
de las aportaciones de la "segunda generación"
Como ya se comentó al comienzo de este sucinto
estudio, la "segunda generación" de Frankfurt se define
paradójicamente, quizás, por no parecer una "segunda generación"; es
decir, frente a la más o menos característica perspectiva temática y
metodológica de la "primera" -Adorno, Horkheimer, Marcuse-, nos
encontramos con un grupo de autores cada
vez más alejados entre sí. Este distanciamiento no sólo se encuentra en sus
trayectorias académicas sino, también, en los enfoques y áreas de
investigación. Sin embargo, parafraseando a Wittgenstein, existe un cierto
"aire de familia" en los problemas tratados y, sobre todo, en el
matiz crítico-histórico que podría estimarse como el patrimonio común dejado,
desde los años treinta, por el Instituto para la Investigación Social.
Por consiguiente, y haciendo un puro
ejercicio de clasificación se podrían formar dos grupos específicos de autores
y dos grandes bloques de temas en función
de los publicado hasta la fecha, lo cual no significa que en un futuro
impriman diferentes rumbos a sus trayectorias intelectuales. Esa taxonomización
sería, entonces, la siguiente:
- Por
un lado, Habermas, Offe y Negt conformarían un grupo concreto por sus
planteamientos más centrados en el análisis sociopolítico de las nuevas
condiciones del capitalismo tardío y post-industrial.
- Por
otro, Wellmer, Schmidt y, también Habermas, estarían en una posición más
interesada por la revisión epistemológica y filosófica de la lógica de las
Ciencias Sociales y sus estructuras conceptuales y problemáticas.
Ahora bien, si toda clasificación es
convencional, del mismo modo se puede definir a la "segunda
generación" no ya por sus recientes aportaciones cuanto por la permanencia
de una tradición temática que sigue siendo el legado esencial de la Teoría
Crítica. En este sentido, los hilos conductores entre la "primera
generación" y los componentes de la "segunda" pueden
considerarse:
- El
examen de las formas de dominación social en sus diferentes sistemas y
subsistemas -económicas, políticas, comunicativo-ideológicas, psicológicas-.
-
La continuidad en la investigación sobre los procesos de anulación de la
racionalidad crítico-causal colectiva y, en concreto, la acción de la razón
instrumental en la totalidad de esferas y niveles públicos y privados. Aquí, se
entronca de una forma directa con los postulados globales de la "primera
generación", ampliando el tema de la razón instrumental a ámbitos como los
fenómenos de legitimación sociopolítica (Habermas), la crisis del Estado del
Bienestar (Offe), el rol de los medios de comunicación y sus efectos sobre la
clase y conciencia obrera (Negt), la
epistemología positivista (Wellmer) o la destrucción de la Naturaleza
(Schmidt). De este modo, el problema de problemas se resume en el uso de un
modelo de racionalidad que restringe y condiciona el desarrollo de las
posibilidades de la especie humana, al reducir a ésta meramente a un sujeto
enmarcado dentro de unos principios de eficacia determinados por la lógica del
intercambio económico. Para los autores de la "segunda generación",
la restitución y conciliación del ser humano con su sociedad, y su medio
ambiental, pasa necesariamente por un
esfuerzo teórico y "práxico" de esclarecimiento de la dialéctica
entre racionalidad-irracionalidad.
Precisamente por ello se hace inevitable la síntesis de distintas
tradiciones intelectuales (Marx, Freud, Weber, Parsons, Pareto...). Sin
entender ese núcleo problemático, en definitiva, no es posible una comprensión
ajustada de esa variedad temática y metodológica que caracteriza a los
continuadores de la Escuela de Frankfurt.
- Por último, y desde el punto de vista
epistemológico, no se puede subsanar el sentido de reconsideración histórica en
el que se enmarcan las investigaciones sobre estructuras y procesos sociopolíticos e ideológicoculturales.
Se puede afirmar que éste es el aspecto
común y singular de la perspectiva crítica. El método hegeliano-marxiano
de la comprensión histórica de estructuras a través de la dialéctica de las
contradicciones está presente en el conjunto de escritos neofrankfurtianos.
Desde Habermas hasta Negts, pasando por Offe, Wellmer y Schmidt, son esas
contradiciones las que determinan y aclaran el punto histórico en el que nos
encontramos. El uso crítico de la razón, por tanto, sólo puede establecer su
arquitectura -como denominaba Kant- en unión del análisis histórico. En suma,
ese "aire de familia" frankfurtiano sólo puede provenir de la
búsqueda de una nueva síntesis de tradiciones teóricas, temáticas y problemas
enfocados desde ese uso crítico de la razón y cuyo objetivo último,
parafraseando a Adorno, sería la necesaria conciliación entre "ser" y
"deber ser".
En definitiva, la importancia y
trascendencia de los planteamientos de la Teoría Crítica, en sus dos
generaciones, tiene ya que ser juzgada como uno de los paradigmas ineludibles
del pensamiento contemporáneo. De aquí que, incluso, se pueda ya hablar de la
conformación de una "tercera generación" que desborda los ámbitos
geográficos alemanes y, en cierto sentido, académicos. La nueva generación
estaría más centrada en una reconstrucción de los grandes temas ilustrados,
pero desde principios de cooperación y solidaridad internacional como respuesta
a la mundialización del principio del intercambio económico y su consiguiente
ideología hobbesiana de "la lucha de todos contra todos". De la
derrota o del triunfo de esta reconstrucción dependerá la dinámica histórica
futura.
Autores: Blanca Muñoz
Universidad
Carlos III de Madrid
Dir. Román Reyes
Diccionario Crítico de Ciencias Sociales
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THEORIA | Proyecto Crítico de Ciencias Sociales -
Universidad Complutense de Madrid
http://www.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/E/index.html
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